martes, 29 de septiembre de 2009

El Muro de los Lamentos

Los lunes son días cansadores, por varios motivos. No conozco ser humano que ame el Lunes, todos lo odian mucho o muchísimo. El Domingo ha sido calmo, casi sin trabajo, nos pasamos las horas muertas, sin clientes en el súper, charlando entre nosotros, simulando trabajar para no molestar al gerente ni aburrirnos demasiado. Pero los Lunes son otra cosa: La mercadería que llega sólo cuando recuerdan enviarla, la que nos envían para preparar ofertas, lo que es necesario para reemplazar lo que se ha vendido durante el fin de semana…todo eso llega el Lunes. Y se acumula en caótico desorden por todo el depósito. Todo lo que no hacemos en la semana, lo hacemos el Lunes. Es un día de mierda, para resumir. Acomodo el azúcar en el depósito. Pesados paquetes de diez kilos, decenas de ellos. No es que me queje del peso, pero la cantidad pesa luego de un rato, y son muchos. “¿Te encargas de las lavandinas?” me pregunta un compañero. Ni en pedo, le contesto entre dientes. Hacelo vos, yo me voy al local, a arreglar los jabones en polvo.
La góndola del jabón en polvo es un desastre. Hace semanas que el producto no llega o llega en muy poca cantidad. Pero la gente sigue consumiendo, y no debe notar la escasez. Debe ver un supermercado rebosante de productos que esperan ser comprados en un frenesí de capitalismo. Así que hay que frentearlos.
Frentear es traer al frente del estante productos que han quedado en la parte de atrás. La gente compra sólo que ve delante de sus ojos, no explorará la góndola buscando una marca de jabón en polvo. Menos revisará un caos de bolsitas de plástico multicolor. Hay que ordenar, poner al frente la mercadería y dar la impresión de que la góndola está llena. Eso es frentear, es menos pesado que otras actividades, pero es largo, mecánico y pesado. Sobre todo un Lunes de mierda.
Arreglo el jabón en polvo más barato. Ese que en este barrio, en este súper, no compra ni el diablo. Pero que mi jefe, hombre traído de locales más pequeños y de barrios más pobres insiste en traer. Total no se vence pronto, ya alguien se lo llevará. Pero les aseguro que tiene la consistencia de la tiza y probablemente limpie tan bien como si lo fuera. Nadie nunca se lo lleva, y hace un pequeño paredón allí. Una pared de color verde brillante, de jabón en polvo duro y polvoriento que nadie nunca compra. Como sea, no tengo ganas de trabajar. Así que mejor acomodo este jabón en polvo intacto o tendré que acomodar lavandina. Saco una bolsa, la vuelvo a su sitio y la aprieto, como si sacara y pusiera ladrillos. Y repito la operación una y otra vez.
De repente, al sacar una bolsa, un papelito cae. Debe ser una lista de compra, una de tantas que la gente deja en cualquier lugar cuando pierden su utilidad. Mugrientos, pienso, no cuesta nada llevarla al tacho. Pero en lugar de guardarla en el bolsillo para luego tirarla, o simplemente dejarla en el suelo, la abro, para ver que tiene. No puedo explicar porque, pero siento que debo hacerlo. Y lo hago.
Dos nombres están escritos en el papel. Y luego un rezo pidiendo que esas almas puedan juntarse. Le letra redondeada y pulcra y la tinta rosada me dicen que son de una chica. La punta de otro papel se deja ver entre dos bolsas. Este dice “Talleres campeón 2009” un rezo común estos días. Empiezo a revolver las bolsas, imaginándolas ladrillos de una pared llena de grietas. En una de las hendiduras un papel ruega por la salud de un pariente enfermo, en otra un papel pequeño agradece un milagro concedido. Estoy por revolver toda la góndola cuando aparece Gustavo, mi jefe.
“¿Estás entretenido?” me pregunta con una sonrisa breve, que no enseña los dientes. Me pongo rojo y no contesto. “Dale, andá ayudar a Matías con la lavandina que el pobre zángano no da más.” Me dice. Me levanto en silencio, y me voy a ayudarlo.
¿Sabías que tenemos nuestra propia versión del Muro de los Lamentos? Le pregunto, mientras acomodamos un pallet de cajas de lavandina. ¿El Muro de qué? Me contesta. Sonrío. Nada, dejalo. No arruinemos la magia. No arruinemos la magia.
Un Lunes como cualquier otro en trabajo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Papá Doc

Ahhh, cuanto tiempo he dormido…o más bien ninguno… ¿Qué ha pasado? Esta todo negro Ah…si…he viajado a la tierra de los muertos y he vuelto. Siempre vuelvo, estaré perpetuamente aquí, dirigiendo y gobernando. Aterrorizando, porque este país sólo puede ser gobernado mediante una mezcla de terror y dominio. Respetuoso temor que sólo se asemeja al que uno siente por su padre, sumado a la perpetuidad de Dios. ¿Excelencia? ¿Se encuentra usted bien? Bien bien, no. Pero mejor que todos estos obres analfabetos a los que estoy tratando de malaria. Tengo el raro privilegio de ser alguien alfabetizado en un país lleno de personas que no saben leer. Analfabetos no: personas que no saben leer. Los blancos también son analfabetos. No comprenden los valores de la selva, el peso de la sangre y la influencia que de los antepasados. No sabremos leer, pero sabemos otras cosas, sabemos. Y debemos estar orgullosos de eso.
Haití es un país pobre, muy pobre. Tenemos hambre cuando la selva está llena de comida y nosotros estamos llenos de selva. Somos una nación de esclavos libertos, hombres tratados como bestias, privados de su libertad y arrastrados a una tierra desconocida para trabajar hasta la muerte. Pero no los liberamos de eso, los únicos esclavos del mundo que nos libramos de eso. Y combatimos, y trabajamos, y Haití existe y es la primera nación libre de América. Debemos estar orgullosos, somos los primeros, y aún así tenemos hambre y somos azotados por despostas. Lo lamento, compadre Magloire, en esta no lo acompaño. No creo que hayamos matado una élite de blancos con el solo propósito de servir a otra mulata. Francamente, prefiero marcharme al exilio antes que defenderlo a usted y sus aristócratas que no son otra cosa que esclavistas pero de un color un poco más tostado. El Sol arde sobre Haití. Trujillo brilla del otro lado, gritando los valores de su patria blanca y cristiana a los cuatro vientos. Yo me acerco a lo único autentico, lo único que no es africano ni es blanco y que es haitiano. El vudú es más que pinchar muñecos y degollar gallinas: es manipular los hilos de la vida, comprender el ciclo de vida y muerte. Corro riesgos, tengo hijos, me amnistían. Trujillo sigue por allí, pero no por mucho tiempo.
¿Excelencia? ¿Sí? ¿Qué pasa? Es Presidente, señor, lo felicito. Ya lo sabía, señor secretario, estaba previsto de antemano. Acá no pasa que no prevea el ejército, salvo yo que soy impredecible, imprescindible. A diferencia de todos los demás, yo no gobierno para la minoría mulata. Minoría que reclama mayores privilegios sólo porque tiene gotas de sangre blanca en sus venas. Menuda iría, haber creado la primera nación de América, habernos liberados del azote de los blancos solo para que los mulatos ahora digan que los blancos son ellos, sólo que están un poco quemados. El pueblo haitiano es otro, yo lo comprendo. Yo lo curé como médico, lo ayudé como ministro de salud y de trabajo. El pueblo haitiano es negro, pero no es africano. No es esclavo, pero tampoco es libre. No es cristiano pero tampoco animista o ateo. Es simplemente haitiano, y yo lo comprendo. Dios, no el ejército me eligió para gobernar. Dios, tampoco el pueblo, pues no entiende muy bien como es elegir. Pero yo Gobierno no para dios, sino para Haití. ¿Los mulatos? Qué se jodan los ricos, no hacen falta. No hace falta nadie, más que yo y la isla. Nadie.
Ante todo, hay que recordar que no sólo soy un Presidente: Soy un mago. Los gringos se ríen de esto en sus noticieros y sus cenas elegantes. Son unos estúpidos, que no comprenden su propia historia. ¿Qué hay de nuevo en Rey Sacerdote? ¿Acaso Julio César no era Rex et Sacerdos? ¿Acaso no buscaron siempre eso los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico? ¿Acaso no es eso la Reina de Inglaterra, cabeza de su propia iglesia? Pues eso soy yo, Presidente y cabeza del culto oficial. Gobierno desde todos los ámbitos, controlando todo con un ejército de sacerdotes policías. Mis Tonton Macoutes no tiene sueldo fijo. Como los niños espartanos, son obligados a pasar hambre, a robar y extorsionar para agudizar su ingenio. No quiero gordos burócratas mulatos en sedantes puestos estatales. Quiero un ejército de magos vudú, para poder ver a través de sus ojos.
¿Qué pasó? Tranquilice, Excelencia. Ha sufrido un derrame cerebral, no ha sido grave. Pero debe tener cuidado. Al carajo con el cuidado. Han querido matarme, eso es lo que pasa. Encima ustedes matasanos me han estado manoseando la cabeza, sepa el diablo que metieron ahí. Exilien a los que sobran, maten lo que queda. Haití no necesita médicos charlatanes ni conspiradores nocturnos. El canto del gallo anuncia el alba, y aterroriza a los conspiradores incluso más que los anteojos negros y las sonrisas zombis de los Macoutes. De paso, encierra a quien me reemplazó durante mi estadía en el hospital. No me cae bien ese Barbot, será el jefe de los Tonton Macoutes, pero sospecho que me ha querido reemplazar. Un período en la cárcel no le hará mal, una eternidad tampoco. Después de todo, la eternidad es nuestro negocio.
Los Tonton Macoutes no son magos…no…ya no…Son zombis. Gente muerta, resucitada por el gran mago que soy. Moldeados de entre la gente, sirven a un propósito, y ese propósito soy yo. Aterrorizan, matan, roban, todo para mantener el orden. Soy un padre para los casi cuatro millones de haitianos que viven aquí. Este país sólo se puede gobernar de este modo, paternalmente. Y al padre hay que tenerle amor y terror, para que la cosa funciones. Los gringos no entienden, me llana corrupto, asesino, cosas peores incluso. Somos negros, somos haitianos, ellos no entienden que quieren decir estas cosas.
La cosa se complica, Excelencia. Los americanos cortan la ayuda económica. Dicen que su gobierno es el más corrupto de la América Latina. ¡Gringos! ¡Son una cosa que hay que ver! ¡Cada cuatro años son totalmente distintos! Serpientes que cada cuatro años cambian de piel, y odian a quien amaban y aman a quien odiaban. ¡Hace cuatro años, era adorado, un adalid contra el comunismo! Ahora, su nuevo presidente se lleva bien con el comunismo, y odia a todos sus viejos amigos. El viejo Trujillo ya no grita desde su mitad de la isla. Lo han matado unos disidentes, apoyados por los americanos que lo pusieron allí y por la iglesia cuyos valores él defendió tan tenazmente. Y a mi me cortan la ayuda. Ah…pero no me van a sacar, conozco el ciclo mejor que ellos, y en él me monto.
Hago llamar a un referéndum. Soy nombrado Presidente Perpetuo con el 100% de los votos. Como Dessalines, gobernaré por la eternidad. Aunque a él lo nombró el ejercito y a mi el pueblo y su magia. Echo a la mierda a los curas blancos, que pervierten nuestro país con sus palabras gringas, y hago traer curitas negros, que comprenden la magia tanto como los milagros. Como Dessalines, construyo un país nuevo, del barro de una nación de esclavos. A la mierda con los mulatos ilustrados, que se vayan todos a Miami. Yo construyo una Haití de clase media, firme en sus raíces negras y en su vudú, en su comprensión de la vida y de la muerte. Bosch trata de invadirnos, Excelencia. Lo sé, lo sé. Pero el tonto presidente dominicano no logra apoyo de sus colaboradores. ¿Ve usted porque no tengo colaboradores? Prefiero zombis, que dejan que yo piense por ellos y no discuten payadas.
Haití es una nación de zombis, que hacen lo que les digo. Y yo quiero lo mejor para ellos. Gobernando por toda y desde la eternidad, con mi magia vudú. Está muy oscuro, muy frío… me han dicho que una vez me desenterraron y apalearon mi cadáver ritualmente. También me han dicho que han colocado un guardia que vigila mi tumba ahí fuera. Dicen que es para evitar más daños…Pero en realidad es por si acaso me levanto de entre los muertos…Tontos…no se dan cuenta que no necesito ser más huesos para gobernar de todos modos…

miércoles, 16 de septiembre de 2009

He vuelto!!!

En realidad, iba a cerrar el blog. La falta de inspiración (y de tiempo, últimamente) habían empezado a hacerse notar. Pero bueno, creo que postearé un tiempo más. Aunque sea para que me lean mi gato y el Demiurgo.
Nos vemos entonces!

sábado, 5 de septiembre de 2009

Noche

Tengo frío. El comienzo de la primavera siempre es igual: Tengo calor durante el día, a la noche tengo frío. La Luna debe estar alta, brillante como una perla. La recuerdo, fue una de las últimas cosas que vi. Yo, que ya no puedo recordar mi propio rostro de niña, la recuerdo. Ya veía como dentro de un túnel, envuelta tenuemente por la niebla multicolor que veo ahora. La Luna era una esfera helada, con un halo iridiscente. La miré durante horas, tratando de fijarla en mi memoria pues sabía que quizás nunca volviera a verla. No lo hice, la Luna sigue allí. Yo también, sólo que estoy ciega.
Levanto el vaso. El licor tiene un gusto amargo. Muevo la cabeza de un lado a otro, en un espasmo involuntario, no estoy acostumbrada a beber esto. Pero el olor me atrae, y el sueño que promete también. Dulce el sueño de los borrachos y de los ignorantes, no saben que nosotros, los que mandamos nos desvelamos por ellos... El humo del tabaco y del incienso inunda mi habitación. Yo estoy envuelta en una niebla amarilla, verde por momentos: Las llanuras de los muertos. Como a la distancia, oigo la voz de mi sierva, leyéndome una historia romántica. Una compañera, igual a mi en casta y abolengo, pero no en poder o en conocimiento escucha con atención, y suelta una carcajada en el momento oportuno. Compañía, licor, incienso, tabaco: una velada tranquila, acorde a los designios de la casta. Otro trago del líquido. Tiene un olor a madera y a vainilla, y en la boca pica y se siente amargo, para luego sentirse picante al final. Otro movimiento espasmódico, seguido de una risa de mi amiga. Basta de esto…me aburre la historia, digo. Mi compañía debe estar asintiendo con la cabeza. Tú, pon la caja de música, sigo señalando a mi sierva. La música suena metálica, artificial pero provoca un sonido de asombro. Soy una de las pocas personas en la ciudad con una caja de música, verdadera maravilla del arte níveo y símbolo de que hasta la voz puede ser domesticada.
Otro trago. Estoy envuelta en una niebla blanca, brillante, helada. Bruma similar a la de los pantanos salinos por la mañana, niebla que promete plagas y pestes. Siento humedad, frío. El olor a cobre y dulce de la sangre, mi boca esta llena del gusto picante del licor que me arde en la punta de la lengua.
Siento humedad en mi vientre, en mi entrepierna. Llevo mí instintivamente a la zona y la siento mojada. Toco el líquido, tibio, pegajoso y lo llevo a mi nariz. El olor a sangre es evidente. Estoy herida. Dentro de mi conciencia se que el Jaguar me ha desgarrado las entrañas. Sin embargo no hay pánico, siempre supe que esto sucedería. Estoy aturdida, la caja de música se ha ido y hay una selva a mí alrededor. Siempre supe que esto sucedería.
La domesticación tiene un problema terrible: el amansamiento. Los animales cimarrones tienen que vivir en un entorno peligroso, cruel, que los obliga al ingenio y a la brutalidad; que los obliga a sobrevivir. Pero los animales mansos viven en un entorno tan manso como ellos. Ahora, si arrojásemos un animal domesticado en un entorno salvaje, serían pocas sus chances de sobrevivir, porque está acostumbrado a que hagan todo por él, a que no tenga que pelear por nada. Y cuando tenga que hacerlo, no podrá aunque tenga las herramientas para ellos. Esto también aplica para los seres humanos. ¿No me creen? ¿Acaso creen que sobrevivirían en la Selva de las Mil Lianas así como son? Imagino que ustedes teóricamente saben los principios por los cuales se rigen las maquinas, los elemento que hacen más cómodo su vida cotidiana. Pero tantos años de delegar en otros las tareas han seguramente acabado con su capacidad de sobrevivir. No los imagino haciendo fuego, aunque todos saben que lo pueden hacer con dos maderos. Sin yesca, sin gas, sin lámparas, no podrían, aunque sepan como hacerlo. Y al morirían, como yo.
En mi caso debo agregar un problema: soy inservible. La vidente estatal, la sucesora del imperio es inservible. En un mundo salvaje, los seres inferiores deben morir. Nosotros al domesticar hemos cometido el error de priorizar cualidades aun en detrimento de las demás. Las vacas lecheras se mueren si no se las ordeña, destripadas al abrirse sus ubres. Pero a nosotros los domesticadores nunca nos importo, tan ocupados en tener más leche como estábamos. Yo soy ciega. Veo cosas que los demás no ven, pero en mis sueños. No podría valerme por mi misma en un mundo salvaje, siempre necesito de otro para hacer todo. El mundo sin amansar no dejaría que yo viviera, me devoraría el primer depredador oportunista que apareciese, si no me muero de frío o hambre antes.
Mi herida me duele, a la distancia un olor me indica que el jaguar espera a que me desangre para poder comerme. Ni siquiera gasta sus energías en mi, no vale la pena por tan mísero bocado. ¡No! ¡No dejaré que esta alimaña me coma tan fácilmente! ¡Al menos que se tome la molestia de matarme! ¡Ven aquí maldita bestia y mátame al menos, en lugar de esperar! ¡Al diablo! ¡Debo parar la sangre para que el jaguar venga y acabe! ¡Debo parar la sangre! ¡Debo parar la sangre! ¡Mierda, debo parar la sangre! ¡Excelencia, tranquilícese por favor! ¡Despierta, Ciega, despierta! Los chillidos me despiertan. ¡Aún tengo sangre! Es su luna, Excelencia, es sólo su luna…me susurra mi sierva, acariciándome la cara. Toco la parte baja de mi túnica y la siento mojada. No se preocupe, Excelencia, no pasa nada. Todos tenemos pesadillas. Me he orinado, Angélica, busca una túnica. Oigo a alguien levantarse de los almohadones haciendo un esfuerzo por no hacer ruido. Rápidamente me muevo y le tomo el tobillo, helado, huesudo. Mi amiga grita de miedo y de dolor cuando cae y golpea el piso. Intenta sostenerse con las manos, pero tiro de su pierna con la fuerza innatural de los locos y la atrapo. Siento el pulso agitado, la pequeña garganta, cuando la ahorco con mi mano derecha. Si dices algo de esto, si llego a saber que alguien se ha enterado, te juro que haré desmembrar, y sólo te morirás cuando acabes pidiéndolo a gritos. ¿Me entiendes? Mi amiga susurra un sí, la suelto. Huye llorando en silencio.
Mi sierva me cambia de ropa con cuidado, me envuelve en perfumes y talcos, me susurra algo despacio. La abrazo. Ella me acaricia el pelo. Si, me vuelves a tocar en público, te haré cortar las manos. ¿Queda claro?, la reto. Sí, Excelencia. Me queda claro.

martes, 1 de septiembre de 2009

Siesta

Las horas muertas de la siesta pasan, pesadas, lentas. Siempre es así: si hay calor, que hace calor, si hay sol, que es por sol, si el guiso estaba fuerte es por la digestión. Hay mucho silencio en el patio del palacio, en mis habitaciones en la Torre de la Perfecta Armonía. Silencio logrado por la mezcla de adecuados sonidos: el graznido de algún pájaro oculto tras el denso follaje de los árboles, un chasquido de los guardias que sudan bajo las placas metálicas de sus armaduras, el sonido de la respiración relajada de mi sierva. La maldita está durmiendo. Cualquiera la mataría por el atrevimiento de dormirse, peor yo la perdono. No necesito mis ojos ahora, ojos que ella lleva. Además, ella debe vigilar mi sueño, no mi vigilia. Sueño que es guardia, sueño que es acecho pero no descanso.
Tanteo la mesa buscando algún caramelo. El loro grazna, advirtiendo mi movimiento, mientras mis ojos navegan por una niebla de colores. No recuerdo el nombre de la mayoría de ellos. Ya no podría decir si ese color es negro o verde o rojo, no los recuerdo del todo. Cuando era niña me encantaba el verde…era tan vivo. La Ciega no recuerda los colores, jamás vio los colores, ni siquiera sabe que son.
¿Cuál era la voz de la niña? Trato de recordar, pero no hay caso. La imagen pública tiene una voz, ELLA tiene una voz. Graznido monocorde y melodioso, con un sonido infantil que resalta la crueldad de las palabras. Muevo el pie para adelante. Hey tú, despiértate. Ronquidos, una cabeza se acomoda. HEY TU, DESPIERTATE, HEY TU DESPIERTATE, HEY TU DESPIERTATE. La voz seca del loro inunda la habitación. ¡Excelencia! Un cuerpo cae al suelo, la frente debe estar tocando el suelo. ¡Perdone! ¡Me dormí! Estiro mi pie y le acaricio el pelo con la punta de mi sandalia. No pasa nada, enciende el fonógrafo. Escucho la cuerda comprimirse, el metal crujir. Finalmente una voz metálica sale del cilindro de cera. La cantante nívea tiene una voz de gorrión, suave y clara. Voz de cristal, voz ligera como plumas. ¿Será su voz? No…debe de ser la voz que usa en público. Voz que canta y dice frivolidades, voz usada para hablar sin decir nada.
Hace semanas que no hablo. Hace semanas que no digo una palabra. Es La Ciega la única que ha hablado durante semanas. Ella ha repetido formulas sagradas todas las mañanas, analizado sus delirios místicos por las noches. Ella ha hecho su guerra silenciosa y brutal con los otros miembros de la corte. Siempre usando mi voz, siempre usando mi voz.
¿Y con quién hablaría de todos modos? ¿Con quién usaría voz? Con los loros no. No me puedo fiar que callen aquéllos que repiten mecánicamente. Con María tampoco, no entendería lo que me ocurre. O peor, entendería. Con el clero, los Adoradores, no vale la pena. Están ocupados domesticando o parasitando el mundo, no escuchan a nadie. No he dicho una palabra, no porque no tengo nada que decir, sino porque no hay nadie que la escuche. No digo, porque todos estamos demasiado ocupados diciendo. Y La Ciega está demasiado ocupada parasitando mi voz para dejarme decir algo.
Apaga esa cosa, me duele la cabeza. ¿Está bien, Excelencia? Si sólo apaga eso y guarda silencio. El fonógrafo se calla, se muere la voz de gorrión metálico. El loro sale volando por la ventana. El calor sigue allí. La Ciega también.