domingo, 25 de octubre de 2009

El Renacido (extracto)

Estoy yendo a ver a Crimsonlove. No puedo creer que la extrañe, aunque hace meses que no sé de ella. Más bien extraño su recuerdo, la mujer que fue para mí, la chica que llegué a amar, y no la que es ahora. También extraño su pelo rojo, sus profundas ojeras y sus manos chiquitas e inquietas. Pero no a ella, no a ella.
Eso pienso mientras el vehículo se desliza por el pavimento de una ciudad grisácea, envuelta en una tormenta de polvo. El ángel permanece sentado en el asiento del conductor, el auto manejándose solo.
-En realidad, aunque hubiera querido, Crimsonlove no hubiera podido quererme. Muchos hombres, yo incluido, amamos sus diferentes versiones, sus diferentes edades. Yo amé a la niña devenida en mujer, no a la mujer hecha y derecha que amó Juan Carlos. Él amo a Julieta, yo a Crimsonlove, la artista dentro de ella. Pude haber querido a Julieta, y ella pudo haberme amado. Pero estaba muy ocupada amando a Juan Carlos como para hacer nada más…-
-Hablar solo no es bueno, señoría- me dice Dreide, el ángel, el robot que colocan para que haga todas las tareas que pueden implicar un riesgo para mí.
-Estoy enterado Dreide. ¿Falta mucho?- le contesto.
-No señoría, diez minutos. Debo informar que La Compañía no ha aprobado esta visita y le recomienda volver a su domicilio.- me dice luego de un rato.
-Claro…Crimsonlove me hace mal…me deprime…me hace recordar que yo también envejezco y que no he querido a nadie. Soy un viejo solo y eso los obliga a cuidarme y drogarme. Drogas que no matan, sino que me dejan lo bastante idiota como para escaparme pero lo bastante cuerdo para que sigan ganando plata conmigo.-
-Lamento no entenderlo, señoría.- Me dice Dreide casi de inmediato.
-No hablaba con vos, Dreide. Yo no hablo con robots.- le digo en voz baja, mirando como el viento sacude los árboles.
Llegamos. Crimsonlove vive en un edificio de una altura inimaginable, encerrada en los últimos pisos. Hace años que no sale de allí, salvo cuando se conecta y recorre el cyber espacio. Pero en la realidad jamás deja la pajarera de cristal donde vivió con Juan Carlos durante cinco años. No le hace falta, no le da la cordura.
El ascensor sube a una velocidad vertiginosa, pero aún así demora. Me da tiempo para pensar. Julieta amó muchos hombres, pero Juan Carlos era otra cosa. Tuvieron una relación enfermiza y distante, como eran ellos mismos. Juan Carlos desapareció un día. En los pasillos de La Compañía se decía que La Familia tenía que ver con eso. Jamás indagué nada, lo odiaba y disfrute saber que quizás había muerto. Julieta acabó de enloquecer, dejó de pintar, sus manos dejaron de fabricar rostros de robot, partes tan únicas y bien hechas que parecían reales. Renunció. No volví a disfrutar mi trabajo después de eso. Pero la seguí viendo y debo confesar que hasta me excitaba verla enloquecer cada vez más, deteriorarse de a poco, casi como si se estuviera muriendo. Ahora se que ese placer morboso tenía que ver con el hecho de que nunca pude soportar que no me quisiera, y al verla morir sentía que algún día podría recuperar la libertad de querer a alguien de nuevo. Pero no murió, sólo se encerró a cal y canto en una montaña de cristal y acero azotada por el viento. El ascensor se detiene.
-Vos te quedás acá- le digo a Dreide.
-La Compañía recomienda que lo acompañe siempre.- me dice con su voz monocorde.
-Sí, pero no me pueden obligar todavía, te quedás acá.- Dreide no contesta nada, sólo me mira con sus ojos de luz verde y su rostro inexpresivo y sin facciones.
Los saludos de rigor son un griterío. Crimsonlove siempre me consideró una fuente de inspiración. Nunca me quiso, pero siempre necesito evocarme para poder pintar y esculpir los rostros que magistralmente fabricaba para los robots de La Compañía. Decidimos celebrar. Ella busca algún vino escondido en un estante. Yo saco dos disparos de elektra. Maravillosa droga cyber cerebral. Aparecerá en mis reportes médicos obligatorios dentro de unos días. Que se jodan, si les molesta que me aten a la oficina.
La realidad se deteriora y se mezcla con el elektra. No es ni la realidad vertiginosa y multicolor del cyber espacio ni la dura realidad e infinitamente compleja realidad de concreto, sino que es una mezcla. El aire se llena de luces de colores brillantes como si el spam invadiera esta realidad. Julieta y Crimsonlove se vuelven una. Tiene las manos inquietas y de dedos cortos de una y la sonrisa brillante de media luna de la otra. Grin like a Chessire cat, Julieta. Grin.
¿De qué pueden hablar dos personas, sumamente drogadas, que no tienen ya nada en común? Pueden contarse anécdotas del trabajo y recordar el pasado, sólo eso. Pero lo pueden hacer durante horas y sentirse felices pensando que aún hay algo que los une, que no están del todo separados.
El Elektra estimula los receptores del cerebro. Además es diurético. Me levanto y voy al baño, sin pedir permiso.
-No, pará.- me dice Julieta.
-Voy al baño- le anuncio.
-No, pará que está desordenado.- dice, casi asustada.
-No jodas- le contesto, y paso.
Prendo la luz. Una persona está en la oscuridad. Me asusto. El hombre me pide que me calme. Julieta enciende la luz, le dice que salga. Por un momento creo que reconozco a la persona. Él ríe, ella también.
-No quería que te enteraras así…-dice, casi con dolor. Los dos hombres reímos.
-Vení, pavo, vamos a tomar vino juntos. No sabía que Julieta tuviera un novio tan joven.-
El Elektra profundiza sus efectos durante horas, combinado con el alcohol. Charlamos de todo un poco. Interrogo al chico, al que casi no veo, sumergido en una niebla de color dorado como estoy. Crimsonlove está nerviosa, pero contenta. Se va al baño.
-Parece que se llevan bien, me alegro.- me dice Julieta, o Crimsonlove, o las dos.
Hago un silencio, levanto mi copa.
-No es Turing Completo. Está bien hecho, pero no es Turing Completo. No puede contestar mis preguntas más ambiguas.- le digo, mirando mi copa con afectación alcohólica.
-No entiendo.- miente Julieta. Nunca fue buena para mentir. Crimsonlove sí que era buena.
-Esta magníficamente bien hecho. El rostro y la piel son casi humanos. Tejido de colágeno y carbono, imagino. Lagrimas artificiales. Es increíble. ¿Quién hizo el robot? No es de La Compañía.- le digo, sabiendo que miente.
-Una empresa coreana que hace robots a pedido. Salió carísimo, pero es una obra de arte.- dice ella, con orgullo y culpa.
-Es una monstruosidad, Julieta. Una monstruosidad.- Le digo agitando la cabeza.
-¿Por qué? No molesto a nadie, él casi no sale. No hacemos mal.- Julieta tiene un brillo húmedo en los ojos. Siempre me gustó como se pone cuando está por llorar.
-Julieta. Tenés una copia de tu amante muerto en tu departamento. ¿Te parece que está bien?- Ella se larga a llorar.
-Lo amo. ¿De qué sirve saber hacer algo si no hay nadie que lo disfrute, nadie a quien mostrárselo? Ahora lo tengo de nuevo, ayudándome- Dice entre llantos
-¿Y los recuerdos? no los tiene, no es él.-
-No los necesita-me contesta secándose las lágrimas –le di nuevos recuerdos, es perfecto.-
-¿Él sabe?- le pregunto, levantándome.
-No, no sabe- me contesta Julieta, más calmada.
-¿Y qué crees que va a pasar cuando se entere? ¿Cómo le vas a decir que no es humano?-
Ella se larga de nuevo a llorar, en silencio. Juan Carlos, o su copia, aparece de nuevo.
-No sé que le habrás hecho. Pero quiero que te vayas.- me dice, serio, señalando la puerta. Me voy en silencio, sin mirar a ninguno de los dos.
La ciudad está a oscuras, Deidre espera dentro del auto. El viento aulla entre los edificios que danzan como paja sacudida por la brisa.
-No es tan malo, si uno lo piensa bien. No hacen daño, viven encerrados en un mundo ficticio. Ella es solo una loca que trata de vivir lo que nunca pudo ser…- me digo, ya en el auto.
-No lo entiendo, señor.- me dice Dreide.
-No te hablaba a vos. No hablo con robots.-Le digo

miércoles, 21 de octubre de 2009

El Calculador

Siempre que sigo mi rutina de tomar café y leer el diario, recuerdo al Calculador. La última vez que lo vi, apenas salía de la niñez y caminaba hacia una adolescencia quizás un poco más extraña aunque tan complicada como todas. Era frustrante pasar tiempo con él. Cada vez que abría una noticia, lo hacía deliberada lentitud para darle tiempo de decirme algo, esperando su sonrisa desdeñosa. “No puedo creer que sigas perdiendo el tiempo con eso”, solía decirme, terminando su café con leche. Lo que cuentan los diarios no es más que el diez porciento de lo que ocurre en realidad, y el análisis siempre está errado, por falta de datos. El Calculador sabía bien de lo que hablaba. Largos cables dorados salían de su cabeza y lo unían a una serie de máquinas laberínticas, monstruosas. Continuamente enviaban datos a su cabeza, que él ordenaba para que Cerebro pudiera entenderlos. En su opinión, el periodismo de análisis, los noticiarios, no eran más que entretenimientos, intentos de entender lo incomprensible. Los analistas simplificaban todo, olvidando que el mundo es más complejo de lo que parece. La baja en la economía podía tener que ver con el terrorismo, las tormentas solares y la baja en la confianza en los bancos. Pero también tenía que ver con el chico que había dejado de comer chocolates todos los días para empezar una dieta, el hombre recién divorciado y deprimido que llegaba tarde al trabajo y conmigo que perdía media hora leyendo diarios todos los días. Todo tenía que ver con todo, y el descubría los invisibles hilos que unían la telaraña de las infinitas realidades.
En esa época, no sabíamos como hacía para unir y procesar datos. Él tampoco sabía, simplemente lo hacía. Era como caminar o andar en bicicleta, cosas simples, pero increíblemente difíciles de explicar. Tampoco comprendíamos muy bien como usar sus dones. Al principio, volcábamos datos de forma convencional, como se los daríamos a cualquier oficinista, para que los procese. Pero no tardamos en descubrir que El Calculador no era precisamente un genio en matemáticas, sólo era bueno atando cabos. Volcar los datos ya procesados por Cerebro resultó peor. El Calculador enloquecía periódicamente, con su cerebro colapsado al intentar comprender la mente de una máquina que no ha sido hecha para que el hombre la entienda sino que existe para ella comprenda al hombre. Nunca se recuperó del todo de ese periodo, y cuando fui asignado a su caso, aún consumía sueños cyber diseñados para tratar su insomnio. Era extraño hablar con él. A veces, demostraba la curiosa candidez de un niño, incapaz de comprender cosas tan simples como el funcionamiento de una heladera o la importancia de su trabajo. Otras, nos tenía horas enteras revisando su cyber cerebro, asustados por alguna locura que había dicho.
Su sobrecapacidad de análisis chocaba con su incapacidad de entender. Tratábamos de no hacerle preguntas. No era extraño que una pregunta sumamente simple de contestar para nosotros lo llevara a un análisis demasiado profundo y desencadenara un torrente de frases y palabras casi sin sentido, para terminar en una explosión de llanto al sobrepasar su capacidad de análisis. Una vez, mientras monitoreábamos sus charlas en la red, descubrimos que varias personas creían que hablaban con una máquina virtual. En una investigación posterior, un colega demostró que a veces El Calculador no pasaba el test de Turing, sobretodo cuando gran parte de su mente estaba ocupada en la traducción de datos para que lo entendiéramos nosotros.
Poco antes de que me asignaran a otro sector de la investigación, El Calculador conoció a Foxglove. Si bien El Calculador es conciente de todas las presencias en la red en un momento dado, no puede saber quienes son, y sólo conoce gente a través de los foros. Ambos eran tecnópatas y congeniaron enseguida. El don común los enamoró en poco tiempo. Imagino que debe haber sido maravilloso para los dos encontrar a alguien que pudiera comprenderlos, que tuviera las mismas experiencias, pero para nosotros era un dolor de cabeza. El Calculador no podía tomar alcohol, ni consumir nada que pudiera dañar su mente única, pero el no entendía, y se entregaban a parrandas en bares virtuales en las que acaba delirando en un mar de drogas cyber diseñadas. Sus análisis terminaban hechos un desastre porque el cálculo se había procesado durante una terrible resaca. De sus encuentros con ella salía arañado y mordido, como si fueran dos gatos en celo. Al final, quisimos prohibirle verla, pero amenazó con falsear los datos de análisis.
Ahí nos dimos cuenta de nuestro error. Habíamos confiado toda la capacidad de análisis de nuestro sistema económico y político a una sola persona. No a una máquina, infalible, honesta, sino a un hombre, sentimental, caprichoso. Los resultados de sus procesos eran sólo comprensibles por Cerebro, imposibles de entender por humano alguno. El propio Cerebro no podía saber si los datos eran verdaderos o falsos, alcanzaba con que El Calculador mintiera en una cifra infinitesimal para que todos los resultados fueran peligrosamente erróneos.
Para esa época me retiraron del proyecto. Siempre me pregunté como habrán hecho los psiquiatras que lo trataron posteriormente para que no se diera cuenta del poder que tenía, para que no se tentara con él. Hay estadistas que consideran que El Calculador es un dictador, un ser único y casi onmisciente que puede modificar la realidad y forzar las decisiones de los líderes al mentir en las cifras de sus análisis. Hay quien dice que con el tiempo seremos más y más dependientes de él hasta que al final él elija los caminos a seguir, el destino de los hombres, fiel a cálculos insondables pero infalibles.
Yo no me preocupo por esas cosas, ya estoy viejo. Los jóvenes tendrán que lidiar con Calculador cada vez más distanciado de la realidad que siempre estudió desde afuera. Yo me limito a tomar mi café, leer el diario, y recordar como era él cuando era joven.

sábado, 17 de octubre de 2009

Los caníbales

Los argentinos somos un poco de todo. Somos un poco honestos, un poco chorros, un poco héroes y un poco caníbales. Somos un poco caníbales…
El equipo gana y todos felices. Los cuarenta millones de directores técnicos de la Selección Argentina resaltan los infinitos aciertos de un equipo destinado al panteón olímpico. El equipo pierde, y los directores técnicos se vuelven el público de un circo romano, desesperado por bajarle el dedo a quien puedan culpar. Porque alguien tiene que tener la culpa, tiene que ser uno solo, y además de preferencia tiene que ser el más grande. Porque es alternativo criticarlo, porque es Pro.
Y en el medio, los periodistas deportivos, los máximos caníbales. Los mismos que el lunes dicen que sos bueno, y el viernes piden tu cabeza, los hombres sin memoria a corto plazo. Porque ¿Para qué ser coherente con uno mismo? Lo importante es el rating. Es mejor opinar de la misma manera que la mayoría de los cuarenta millones de directores técnicos, sino cambiarán de canal, y eso es lo peor. Porque para que te vean hay que hacer todo, hay que conseguir chapa de trasgresor, de sabio, de lo que sea. Hay que buscar que un grande te de chapa, hay que buscarlo, buscarlo, buscarlo…hasta que te conteste, hasta que se harte. Y en la tergiversación de lo que dijo, tener el titular del día siguiente. Y en los insultos, la chapa de ser un hombre criticado por los grandes, que se anima a decir lo que nadie dice, aunque solo sean provocaciones de pirañas.
Pirañas que siguen el río. ¿O nadie se dio cuenta que los que más agreden, más buscan las respuestas más soeces son de América o de Canal 9? ¿No será que están molestos porque ya no tienen el monopolio de la televisación del fútbol? ¿No será que hay que oponerse al oficialismo, atacando a sus referentes como sea? ¿No será eso? No sé, yo me pregunto nomás, algún motivo para buscar las respuestas hay que tener. No lo pueden hacer de masoquistas, creo.
Y llega el momento en que, cansado de ser picado por los tábanos, que molestan pero no matan, harto de que las pirañas le mordisqueen los pies, el grande contesta. Y su voz repercute sobre todo en los criticados. En los caníbales, indignados por la acusación de su antropofagia. Los ingleses siempre se reían cuando buscaban caníbales en África: ninguno lo era, todos apuntaban al vecino, se sentían ofendidos por la acusación. Los nuestros también, los nuestros también. Piden castigos por lo insultos, sin tener en cuenta lo que ellos hicieron para provocarlos. Para qué hacer mea culpa, cuando es mejor criticar al otro. Ah, me olvidé de decirles que los argentinos también somos de no aceptar los que nos toca.
Y todos los caníbales en marcha, volando como cuervos, excitados con la sangre como tiburones. Todos graznando. Y su voz. Su voz clara, calma, profunda. Su voz que trata de explicar lo que pasa, que no pone más leña al fuego sino que trata de que entendamos. Su voz que explica no como se le explica a un nene, sino como se trata de calmar a un amigo enojado, comprendiendo pero no compartiendo la ofensa. Y ahí sale a la cancha Víctor Hugo Morales, diciéndonos “Entiendan, hay que aguantar lo que aguanta de ciertos payasos. Hay que vivir todos los días en el agravio, en el criticar por criticar. Hasta un monje estalla”. No con estas palabras, pero más o menos eso. Ahí esta él, la voz entre la tormenta, pidiendo que no nos comamos entre nosotros, que entendamos que pasa, y porqué. Y quienes son los insultados, y que hicieron para merecerlo.
¡Ah! Me olvidaba de decirles que Víctor Hugo es uruguayo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Día De La Mujer Mundial

Quien escribirá la historia de lo que pudo haber sido?,
yo que soñaba despierto ya no sueño dormido,
con quien estarás ahora?,
quien te va a dar de comer?,
en el día mundial de la mujer.

Voy a seguir hasta encontar una parrilla en Dolores,
no miraste bien en mis espejos retrovisores,
ahora que pusiste el freno espero que encuentres algo bueno que morder, que morder.

Eduardo subí la radio, yo enciendo un petardo,
cuanto falta para llegar a cualquier lugar?,
ojalá te sientas solamente un poco mal,
en el día de la mujer mundial,
en el día de la mujer mundial.

Quien está preparado para ser un chico abandonado?,
quien tiene el blanco del camino en el ojo marcado,
Edu falta mucho para parar y comer?,
es el día mundial de la mujer.

No entendí si vas a ser libre o esclava,
no entendí si fui tu dueño o un borracho que pasaba,
soy grande pero tengo algo que aprender,
es el día mundial de la mujer.

Elegí pena u olvido o sudor compartido,
oajlá no me arrepienta de haberme conocido,
lo importante es que nunca pude hacerte sentir mal,
feliz día de la mujer mundial,
el día de la mujer mundial.

(Que será de vos?No estás por acá desde hace un año, desde hace mucho...Seguro si aguzara el oído, podría escucharte respirar. Pero vos no eras capaz de escucharme ni cuando gritaba.) 

sábado, 10 de octubre de 2009

Inventario otra vez

Estamos de inventario de nuevo. Genial, ahora parece que tenemos que contar todas las cosas cada seis meses. La mezcla de parciales y volver del trabajo a las cinco de la mañana es terrible para mis horarios de sueño, estoy durmiendo menos de cuatro horas corridas…un desastre, un desastre.
Llega el día de contar en el local. Los días anteriores hemos contado los depósitos, las heladeras, las despensas. El local lo cuenta una empresa ahora, lo que no nos salva de tener que contar cosas nosotros mismos, y de tener que dejar el local en condiciones para abrir al día siguiente.
Son las cinco, y aún estamos frenteando todo el local, ordenando el caos que han dejado los que cuentan. Si nosotros, que teníamos que ordenar después, dejábamos un desastre; imagínense lo que dejaron aquellos que saben que tienen que contar e irse. El lugar es lisa y llanamente un asco, las esponjas están todas en el piso, hay detergentes rotos y volcados por todas partes y mientras menos hablemos de los paquetes de fideos rotos será mejor. Estoy molesto, estoy cansado, estoy fastidioso, estoy frenteando. Los jefes están más molestos que nosotros, faltan casi diez mil pesos de mercadería. Frenteo la góndola de los termos y me voy al baño.
Estoy cansado, hace una semana que duermo mal, mi concentración es un desastre. ¿Frenteaste los termos? Si, Cristian, ya están. ¿Estás seguro? Ya me fijo, Cristian. Acordate que estás a cargo, confiamos en vos. Voy a la góndola. Los termos están sin frentear. Me debo haber olvidado. Me pongo a frentear, acabo y me voy a controlar que los demás hagan lo que deben. Al ir a vigilar las mayonesas, paso por la góndola de los termos de nuevo. ¡¿Acaso me están jodiendo, culeado?! Los termos están sin frentear. Frenteo de nuevo. Esto empieza a ponerme nervioso, debo estar perdiendo la atención a los detalles. Debe ser eso. Los termos no pueden desfrentearse solos, no es que se mueven cuando quieren. No.
Te busca el gerente. Mierda, que querrá. Los mandos medios y yo estamos reunidos contemplando como el gerente sermonea a los encargados de la fiambrería por haber mentido en las cifras. Bajamos todos. ¿Y los termos? Culeado, te dije que los frentearas. Lo hice, Cristian, te juro. ¿Y cómo se desordenaron de nuevo, se movieron solos? Eso creo yo. Cristian sonríe, me ayuda a frentear los termos. Las luces se apagan. Vamonos al ocote de una vez. Vamonos.
Salimos. Y ahí está de nuevo. Desde el lunes pasado, medio oculto en la avenida sin luces, brillan los carteles de un taxi apostado en la esquina. Pareciera que espera que el semáforo se ponga en verde y le de paso. Pero siempre se queda ahí, quieto, agazapado. Venderá droga, dice uno de mis compañeros. Ya veo que nos acercamos y está con tremendo trava, se ríe Cristian. Nunca ninguno lo tomó, todos utilizan chistes para no acercarse. Pero en realidad todos creemos que es una trampa. Ladrones en un taxi robado, esperando a los borrachos y a los incautos. Condenados en un tumba negra y amarilla, prometiendo infiernos como destino. Sepa Dios que más. Todos paran un remis, o un taxi, pero nadie toma el que espera en la esquina. Me voy en el auto de mi jefe, que por suerte vive cerca de mi departamento. Nos subimos. Miro hacia atrás y el taxi no está. Tendrá pasajeros, le digo a Cristian. ¿A dónde iría? Abro bien los ojos, tétricos gracias a mis ojeras rojizas. Se llevará sus pasajeros al infierno. Le digo. Cristian me mira serio. Arranca el auto y nos vamos. Paramos en un semáforo y recién dice.
La verdad que no creo en nada de eso. Pero si mañana los termos no están frenteados, me cago todo.
Yo también, jefe, yo también.

martes, 6 de octubre de 2009

Dengue Porcino!!!!

En el verano…una nueva plaga azotará las playas y sierras de argentina…¡EL DENGUE PORCINO!
¡Dengue Porcino!! ¡Las más letal enfermedad que el calentamiento global y la deforestación hayan podido traer! ¡Dos pestes se unen para traer más paranoia que nunca! ¡Nada puede ayudarlo! ¡De nada sirve esconderse tras nubes de Off, bañarse en alcohol en gel o fumigar a los negritos! ¡No habrá Raid que alcance cuando los chanchos voladores vengan a picarlo! Paranoia y terror en su cine condicionado favorito.
¡DENGUE PORCINO! ¡LA PLAGA QUE USTED ESPERABA!

(Este anuncio refiere a un hecho fututo que puede o puede no ocurrir, por si acaso espere encerrado en su departamento temblando entre los anillos del terror. Dengue Porcino puede o puede no ser letal, se recomienda la eutanasia de los afectados. Pauta publicitaria no válida para Argentina ni para el Planeta Tierra, ni para la Luna o planetas adyacentes. Promoción válida hasta agotar stock de mil (1000) chanchos voladores, no válida de Lunes a Domingo ni en días nefastos. El mosquito no viene incluido. Enfermarse con moderación. La paranoia excesiva puede traer sentimientos xenófobos contra mejicanos y bolivianos, miedo a salir de la calle y la compra de repelentes de mosquito y/o alcohol en gel a cualquier precio. Ante estos síntomas, no entre en pánico y suicídese. Producto no recomendado para menores ni mayores de edad, ni para marcianos o coloradas. 2009, Dengue Porcino™ Bayer Producciones.)