El Mundo Flotante es el barrio más populoso de Thewired, una ciudad virtual, donde grandes y chicos crean personajes y viven vidas más reales que las del mundo físico. En cierta medida, se parece a los viejos juegos on-line de comienzos del siglo. Pero las similitudes se quedan ahí. Thewired es una realidad superpuesta a las otras, donde hay avenidas decoradas de ladrillo amarillo donde altas mujeres de armadura y orejas alargadas buscan tesoros fabulosos e intrincados barrios caóticos llenos de hombres de oficina que hacen negocios y mantienen funcionando la hyper-realidad en la que vivimos. El Analista es eso, un analista de datos. Entro a su habitación en el Mundo Flotante. La austeridad impresiona, es una habitación grande, de paredes de piedra caliza marrón claras, una silla negra grande que parece un tétrico trono y una mesa de piedra negra, muy pulida, llena de luces azules brillantes y heladas. La resolución es muy baja, nada que no se pueda bajar gratis en alguno de los sitios de construcción que llenan de publicidad los cyber-cerebros. Todo muy impersonal, propio de una persona que no tiene personalidad.
El Analista analiza. Junta datos de una persona, revuelve su basura virtual, lee registros de compra, de libros leídos, escucha su música, come su virtucomida, ama a las muñecas de placer. Lee el gran libro que es la vida de una persona, y la conoce más de lo que ella misma se conoce al analizar la marea de datos que genera. Esa información caótica que nos sigue como una estela, que se genera continuamente, a cada segundo que respiramos, a cada bit de datos que nuestros cyber-cerebros generan, el analista ordena todo eso con su olfato y su instinto de sabueso. Claro que tenemos computadoras que podrían olfatear al prójimo más rápido y eficientemente, pero no servirían. Las máquinas pasan por alto detalles que son ínfimos en apariencia, pero que en la realidad reflejan un cambio abismal en la mente de una persona. El momento en que una canción marca una obsesión por una banda o un género determinado, y que en realidad refleja un nuevo estado de ánimo, un nuevo pensamiento que aflora en la mente.
Gustavo. Que pasa, me pregunta. No lo encontramos en su oficina, Analista. Estábamos preocupados. Estoy de vacaciones, Gustavo. No te preocupes, la conexión es segura. ¿Donde está? Acá, en el Mundo Flotante, y en un hotel en Malasia. Rilke pasó unas horas acá hace cinco días. Compró muchísimo whisky, malísimo todo, le dio dolor de estómago y resaca, las píldoras tienen un nombre impronunciable. Hizo el amor con una hermosa prostituta rusa. Nada interesante en ella, esas bellezas en serie, dura, plástica hechas por algún cirujano del Vory. Se fue ayer, yo estoy en su habitación ahora, la vista es excelente, el whisky es horrible.
El Avatar de El Analista parece un monje, calvo y de túnica negra. Cada tanto, un brillo en un pliegue me llama la atención y veo el reflejo de una cara, de una mano, de un torso, siempre el mismo. Rilke captadas por cámaras de seguridad. Rilke en películas. Rilke en cámaras de amigas y fotos en redes sociales como el Mundo Flotante. Rilke, eternamente Rilke.
¿Algo interesante del asunto de Rilke? Le pregunto. Se va a morir, me dice rápidamente, casi con dolor. ¿Cómo? No se te sabría explicar, va a morir, pronto. ¿Cómo sabes eso revisando su estela? Las cosas que hace son su pasado, no su futuro. Yo ahora veo su futuro, se va a morir, Gustavo. Rilke ya está muerta, sólo que aún camina.
En el momento no le creo. Le digo que ha trabajado demasiado, que se despreocupe de Rilke por unos días. Que disfrute del hotel Malayo, que tenga sexo con las prostitutas rusas de belleza tallada a cuchilladas. El Analista me mira con sus ojos brillantes, me doy cuenta que la mirada no es la de él, es la de ella. Rilke está dentro de él.
¿Está bien, Analista? Estoy bien, Gustavo. Me vas a dar carpeta unos días, asunto tuyo. No me llores cuando Rilke se muera. El tono de voz de Rilke, la misma forma altanera de ser. A veces…el detective, de tanto seguir a alguien, termina comiendo lo mismo que esa persona, sin darse cuenta… ¿Ah, si? No creo que esté pasando eso, yo creo que pasó algo peor. ¿Qué cosa? ¿Qué le ocurre, Analista? No es asunto tuyo, me dijo.
Me desconecto de golpe. Los ojos casi se me salen de las cuencas, la cabeza me estalla. Es muy peligroso desconectar, pasar de una realidad a otra sin preparación previa. Puede enloquecer, matar.
No volvimos a saber de El Analista. Hemos puesto varias máquinas tras él, pero sus pasos siempre se pierden, como si estuviera al acecho, alejándose otro poquito justo cuando estamos por verlo. Siempre logra mantenerse en las sombras. Es el cambio absoluto de sus hábitos lo que nos desconcierta. No hace nada como antes, es como si fuera otra persona. Como si algo que antes estaba dentro de Rilke ahora estuviera dentro de él.
Grabo esto porque ahora yo he sido asignado en la búsqueda de El Analista. Quiero dejar constancia de mis sospechas por si acaso yo también desaparezco, deglutido por un mundo virtual cada vez más real y peligroso, cada vez más incomprensible.
0 delirios:
Publicar un comentario