Armando observó los lapachos desde su ventana. Estaban erguidos desde hacía añares en la vereda, la corteza se había ennegrecido y por ello el delgado tronco contrastaba con el verde oscuro de las hojas. En el más grande, una rama se había roto, y las hojas secas parecían llamas en medio del follaje. Enfrente, un árbol muerto, seco y renegrido, daba un aspecto tétrico con su tronco podrido y sus ramas como rayos. La tarde estaba silenciosa e inmóvil, como una fotografía. Nada molestaba la vejez de los orgullosos lapachos.
Se dio vuelta y deseó un cigarrillo. Pero recordó al tiempo que lo deseaba que había dejado de fumar. La mesa desordenada y sucia le recordó que tenía que lavar las cacerolas y los platos del almuerzo. La sola idea lo aburrió. Se suponía que su hijo lo visitaría hoy, pero ya tenía una hora de retraso y no se hacía esperanzas de verlo. No le importaba demasiado. Él había sido un hombre muy activo en otro tiempo, y comprendía lo ocupado que podía estar un hombre con tres hijos s y un trabajo. Ahora su tiempo se había puesto lento. Como el de los árboles, pensó. Observó los lapachos de nuevo, intentando no mirar las olas que exigían limpieza. La tarde se había puesto larga y pesada, lenta.
¿Qué hacemos hoy? Le preguntó al gato. No sé vos. Yo pienso dormir toda la tarde, le contestó el animal al mismo tiempo que se daba vuelta y seguía durmiendo. Armando pensó que su mascota se había vuelto maleducada con los años, como algunos viejos. Puso la pava y se cebó un mate cansado. Era de lata y esmalte blanco. Se reflejaba en la superficie bruñida de la pava, que devolvía una imagen deforme e indefinida.
El mate se enfrió rápidamente. Sin ganas de calentar nuevamente el agua, decidió confiar en sus juiciosos zapatos y salió a la calle. La tarde tenía un inconfundible olor a mar, fresco y húmedo. El cielo estaba cubierto por una capa de nubes brillantes en la que se recortaban los edificios y le daban a la avenida un aire fantasmal. No se veía un alma en la calle.
Sus pies lo llevaron hasta la plaza. Los pinos cortejaban a unas palomas que se pavoneaban por allí y picoteaban el suelo ocasionalmente. Se sentó un banco a la sombra de la estatua. El jinete tenía un color verde claro y del lomo del caballo se chorreaban las cagadas de las palomas. La brisa sacudió los pinos con fuerza y el ruido de sus hojas se pareció mucho a una voz poderosa que lo estaba echando. Se levantó rápidamente de allí y siguió caminado por la vereda desierta. Una ráfaga opaca le abofeteó el rostro. Con el dorso de la mano se limpió el polvo de la boca y se saco una hoja del pelo. Era amarilla limó y parecía barnizada por alguna mano mágica. Hojas de plátano, se dijo. No había acabado de observar la hoja cuando se detuvo en seco y trastabilló de la sorpresa. A su lado había un caserón de aspecto antiguo, con molduras redondeadas y oscuras y paredes q daban impresión de humedad.
Iba a preguntar a sus impertinentes pies el motivo de la interrupción del paseo cuando vio la fría placa de azulejo que rezaba “Geriátrico Santa Viviana” Él y la brisa suspiraron. Miró por el vidrio de la puerta y vio un piso de madera terrosa, el extremo de una mesa con un mantel de encaje blanco y un televisor encendido que no veía nadie.
Iba a tocar el picaporte cuando a su mente volvió la olvidaba imagen de otro anciano, sentado en una silla igual a esa, frente a un televisor igual a ese, con el codo apoyado en una mesa igual a esa. Recordó a su abuelo, a sus medallas fulgurantes como soles de oro y su voz cansada y monocorde que le decía que todo tiempo es el mismo y que solo somos la repetición de un sueño de Dios. Recordó a su padre, mirando la pared, perdido de loco en un sanatorio en las sierras. Se vio a él mismo, decrepito de viejo, volviéndose polvo frente a ese televisor. Vio a su hijo, envejeciendo en una silla como esa y a su nieto, sentado en un mundo futuro haciendo algo incomprensible para las mentes de nuestra época.
Pensó que todos los ríos van al mar alguna vez. Abrió la puerta y entró. Sus zapatos no le aconsejaron nada esta vez.
Cara Berlangganan WeTV
Hace 1 año
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