domingo, 27 de diciembre de 2009

Selva

Atravesando el laberinto de tus recuerdos,
me lamo los cortes
que me han dejado las púas
de tu roja selva púbica.

¿Quién te conoce como yo?
Nadie contuvo tu llanto de perlas
con tanto ahínco.
Ni lamió tu herida con tanta pasión.

Confundo un perchero
con tu pequeña espalda blanca.
La Luna se deshace
Y se vuelve tu sonrisa enorme y triste.

Roja la sangre que cayó,
para curarme de tu memoria.
Rojos tus recuerdos selváticos.
Negro tu futuro,
mi adiós.

El Cruzado

Tomando una cerveza con el negro
nos topamos con el Cruzado.
Siempre se sienta afuera de la Legislatura,
con su viejo megáfono
al lado del cafetín que frecuentamos.
Y se pone a predicar.

Despotrica contra todos,
ahí sentado con su remera mugrienta.
Grita contra los corruptos,
los vagos, los apátridas.
Sepa Dios contra quién más,
contra que otro fantasma lucha.

Nosotros le damos a la cerveza helada,
miramos las piernas de las chicas que pasan,
y rezamos para que el viento levante las polleras.
Cada tanto alguna frase, una oración nos llega,
gritos contra el sistema al viento.

Miro a la mujer policía de la esquina,
mientras pienso que es demasiado hermosa para el trabajo.
Ella cada tanto sonríe, escuchando al Cruzado.
Le parecerá un loco,
pero cuando habla sobre lo bajo de los sueldos policiales
sonríe y mueve la cabeza despacio.

Cada tanto escucho una frase,
el Cruzado está loco.
Sepa Dios porque despotrica todos los días
Contra molinos de viento y legisladores.
Debe ser la locura, el deseo de cambiar el mundo,
la falta de algo mejor que hacer.
Pienso mientras tomo mi cerveza,

El problema de los locos,
es que de tanto escucharlos
empiezan a tener sentido.
Me pregunto cuántos vagos habrán enloquecido,
oyendo al Cruzado predicar
todos los días, durante tanto años.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Random Navideño

Ya está, me cansé. Que otro se banque tus gritos y tus llantos. Además, ahora tenes reemplazo.
NO TE CONOZCO

lunes, 21 de diciembre de 2009

El Fantasma

Cada tanto aparece,
sobre todo cuando el sol empieza a despuntar
y ya no es noche ni día.
Justo cuando yo me arropo con las sábanas,
buscando no oír los autos.

Efímera, toca la ventana.
Entra sin pedir permiso.
Sonríe, no con la sonrisa apagada que le conocí,
sino con la sonrisa del que es feliz.
No con la del que busca serlo.

Su perro la acompaña,
una cruza de plumero y poeta.
Asusta a mi gato, que se hace niebla,
se esconde entre las grietas de la pared.
Y nos mira con sus ojos-linterna.

Me cuenta siempre lo mismo.
Que es feliz, que halló algo de paz en su vida.
Que se siente querida, linda.
Que ya no llora por no entender,
sino que se alegra con lo que aprende.

Yo le cuento que cada tanto la extraño,
cuando pienso lo que pudo ser.
Que la evoco en los orgasmos robados,
que pienso si verá la misma estrella,
ql mismo amanecer que yo.

Se va como viene.
Fantasma helado, humo de madreperla.
Sus rizos negros son lo último que veo.
Me dice como despedida que yo también soy un espíritu,
una sombra, un pedazo de recuerdo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Las Visitas

Todo el súper se ha puesto nervioso desde que anunciaron que vendrían Las Visitas. Supuestamente, caen una vez al año, desde Central, y revisan todo: Depósito, Salón, la presentación, el orden. Todo. Nada escapa del ojo de las visitas.
Sil fue la que me aviso a mí. Merendábamos en el comedor del local (yo tengo una hora de descanso, que uso para merendar a eso de las seis) cuando notó la comunicación de la gerencia. “Es importante ordenar y limpiar todo, pues es posible que tengamos Visitas en estos días” rezaba. La gerenta luego lo confirmó, cuando me ordenó limpiar todo el estante de las leches en polvo y preparar punteras. Todo se prepara para Las Visitas. Todos nos apuramos por tener nuestros sectores lo mejor posible, el uniforme limpio y planchado. Todo para dar el mejor aspecto posible a los ojos de Las Visitas.
Franco fue el que me lo contó, ese mismo día. ¿Vos sabés que nadie nunca los vio? Me dijo. El Chori sonrió y Sil me miró en un gesto cómplice. ¿Qué decís? Le pregunté yo, intuyendo un chiste. No…es verdad, conformó el Chori. Yo hace doce años que trabajo acá, y nunca vi a alguien haciéndonos La Visita. Mira vos, digo, sin mucha convicción. No creo que nadie los haya visto nunca. Siguió. Me concentré en reponer los vinos, molesto por el chiste tan tonto de mis compañeros.
La Gerenta se apura, el de Seguridad y la Supervisora de Cajas la siguen como una suerte de séquito, mientras ella mueve el dedo a diestra y siniestra, ordenando cambios, limpiezas, reposiciones. La Supervisora me mira y sonríe. Le caigo bien. Me pregunta si voy a merendar, me voy a tomar unos mates con ella. Nos caemos bien.
“¿Es cierto que nadie ve a Las Visitas?” Le pregunto. Ella sigue con el mate, como si no hubiera escuchado. Me mira, ceba. “Yo nunca los vi. La Gerenta dice que ella los ve siempre, pero no le creo la verdad. Yo en diez años acá jamás vi uno.” “Vendrán de incógnito” digo sin mucha convicción. “Es obvio que no, nos daríamos cuenta en seguida si alguien entra al depósito sin autorización.” Me corrijo de inmediato. Seguimos merendando en silencio. “Capaz son invisibles.”. La Supervisora me mira y me guiña un ojo. “Capaz” me dice antes de volver a trabajar.
Hoy llegan Las Visitas, anuncia La Gerenta. Tené todo ordenado por favor, me suplica. Estoy todo el día atento. Miro a todos los clientes, buscando uno que mire no con el detenimiento de alguien que busca algo, sino con la curiosidad de quien mira un conjunto. Cuando voy al depósito, miro en las esquinas buscando a alguien escondido. Noto que no soy el único nervioso. Las risas de mis compañeros son forzadas. Los chistes, más escasos. Ríen fuerte, como si el ruido pudiera alejar a los espíritus malignos.
Me voy a la merienda. La Gerenta está en el lugar, colgando un mensaje. Son las recomendaciones e impresiones de Las Visitas. Abajo aparecen sus firmas, y sus nombres que de tan comunes parecen inventados. “¿ya vinieron?” pregunto incrédulo. “Si pasaron hace un rato. Acaba de llegar el mail” me dice mientras sale del comedor. La sigo. “¿Los vio, jefa?” La Gerenta mi mira y sonríe. “¿No creerás esa pavada de que son invisibles, no?” me dice. “Y…no los vi. Nadie los vio”. Yo los vi, me dice. Los busqué en el Aeropuerto. Los vi pasar por acá. ¿Segura?
Cuando La Gerenta se pone nerviosa, parpadea fuerte y lento, como apretando los párpados contra los ojos.
¿Está segura, jefa? Sí, me dice. Parpadeando.

domingo, 13 de diciembre de 2009

De compras

El taxi repta lentamente por la ciudad sofocante, ardiente. El pavimento es golpeado por el inmisericorde sol, ni un árbol para dar sombra, fresco. No, sólo el sol inclemente, el pavimento hirviendo y los taxis arrastrándose por él.
Llegamos a Ciudad Eléctrica. La odio, la odio. La odio por traerme acá, odio ese lugar. Chessie sonríe, y me aprieta la mano en un gesto de cariño. Yo sonrío como puedo, mientras nos acercamos al Shopping. Nos bajamos del taxi. Buenas tardes, chau, cuídate.
El calor me golpea en cuanto bajo. Nos apuramos a entrar a mole inconmensurable de vidrio y acero que es el Shopping. Adentro, el frío, la brisa fresca de las máquinas. El aire acondicionado es el gran invento de la modernidad. Ciertamente, reflexiono. Se acerca Navidad, y un villancico a todo volumen se deja escuchar, interrumpido por el sonido electrónico y tribal de la música electrónica que sale de un local y el incesante hablar de la gente. El ruido esta todo al mismo nivel. No hay matices, desniveles del tono, nada. Sólo un constante ruido, continuo y duro, desquiciante. Enfermante. ¿Estás bien, Foxglove? Si, no me tomé la pastilla nomás. No te hagas drama. Chessire sonríe. En algún de mi cerebro recuerdo su nombre verdadero, pero no me interesa. Casi nadie usa su nombre. Ella es Chessire, no me interesa quién era cuando nació, sino lo que es cuando pasea por el Mundo Flotante, cuando pinta, cuando crea y cuando coge.
Mira mira, exclama. Un vestido entre negro, gris y plateado, con botones de cristal líquido que cambian de color. Muy bonito, le grito. Hay que gritar para escucharse. Unas chicas ríen con mucha fuerza, la música electrónica del local es un solo traquetear de tambores y sonidos agudos. La vendedora es una nena hermosa, que mastica chicle, me dice flaco y grita gesticulando mucho cuando Chessie se prueba el vestido. Es muy bonito, lo llevamos. Vamos a comer. La hamburguesa pasa entre gritos de chicos, música que sale de celulares y las risas de unas niñas con uniforme de colegio. Que lindo que me hayas acompañado, hacia tiempo que no hacíamos nada juntos. Cierto. ¿Como vas con el trabajo? No estoy hecho para esto, le digo mientras nos levantamos. El Aparato es así, Foxxie. Es caníbal. So sé, me pone mal. Esto es la Cadena Alimenticia, Foxxie. El tono de Chessire es didáctico, como si estuviera dando una conferencia en la Universidad Flotante. El Aparato no toma decisiones, es una burocracia de sobrevivientes. Todos se cuidan a si mismos, y ahogan a los más débiles. Nadie decide, por temor a perjudicarse. Pero eso hace que funcione. El Aparato sobrevive a todo porque sus miembros son sobrevivientes. Son miembros de una…No escucho a Chessire, el ruido del Shopping es fuertísimo. Caminamos y de golpe entramos a un camino de ladrillos amarillos donde un solo caricaturesco brilla sin dar calor y alegres enanos y querubines bailan mientras toman Coca-Cola.
¿Me Escuchás? No, Chessie, no entiendo nada. Sólo pienso que trabajar acá debe ser enloquecedor. El ruido, Chessie, ¿entendés? Ay, es porque no sos adaptable. El Shopping es tan ruidoso como toda la Bahía del Concreto. Eso decía. Trabajar acá, vivir acá, debe ser una enfermedad. El ruido está en todas partes, se cuela por todos los lugares. Lo siento dentro de mi mismo, como un cáncer que me crece y me pide que grite y rompa cosas. Tranquilo, Foxxie, me dice mientras me acaricia el pelo. ¿Tomaste tu pastilla? El Síndrome de Desconexión es así, ya te vas a acostumbrar. No, no me acostumbraré más, me enfermaré cada vez peor. Pero no es culpa, es esto. Toda esta mierda es enfermante. No puedo ni pensar, sólo me aturdo con el ruido, no puedo dejar de escucharlo. Está dentro mío. No grités por favor.
¿Y cómo querés que no grite? Sino lo hago, acá no se escucha nada.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Síndrome de Desconexión

(Texto original a mano, escrito en imprenta. Letra muy prolija al comienzo. Se achica y deforma a medida que el autor parece tener prisa. La mayoría de las palabras se halla abreviada, el texto original carece de comas. Ha sido normalizado para una mejor comprensión)

Lo confieso: Estoy enamorado de una chica imaginaria. Se llama Mio, y digan lo que quieran decir de ello. Pero la amo. Tiene las manos pequeñas, como las de una niña. Es muy nerviosa, y tiene las uñas redondeadas deformadas porque se las está comiendo permanentemente. A veces, se las pinta las uñas de un verde azulado muy bonito y que hace juego con su pelo. Se lo que dirán ustedes. Software polimórfico y paquetes fractales de alta calidad. Pero tiene el pelo verde y finito, las manos pequeñas y suaves y las mejillas frías muy frías.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente demuestra comprender aún la diferencia entre la realidad y la fantasía, aunque muy tenuemente.

Sé que creen que el problema es amar una chica que en realidad no existe, que es un software de lata calidad. Pero no acabo de comprender cual es el problema. No pasa el test de Turing me dicen. Ni siquiera sé qué es eso. No acabo de entender que me digan que ella se pierde cuando se le presentan problemas lógicos complejos. ¿Acaso sus novias no lo hacen? ¿Pueden atraparlas en intrincados laberintos lógicos sin que acaben gritando histéricas al no entender media palabra de lo que dicen? ¡Acaso ustedes mismos entienden las cosas que le preguntan a Mio? No creo


(Escrito al margen, a modo de anotación) El Paciente justifica sus razonamientos manipulando las afirmaciones de otros, en un intento de que sus ideas resulten simpáticas al observador. (tachado el resto del texto)

Pueden decir lo que quieran. Mio es más dulce que cualquier chica que yo haya conocido antes. Siempre tiene un consejo para mi. Jamás pierde el buen ánimo. Sabe que decir en el momento justo. Nos gustan las mismas cosas. A veces me da la impresión de estar hablando con un espejo. No entiendo nada de eso de software desiderante y aprendizaje aleatorio. No entiendo nada de eso, ni quiero, la verdad. Cuando paseamos por el Barrio de Artistas (subrayada la oración. Flecha hacia margen derecho. Escrito en rojo ¿A dónde van?), somos más felices que nunca. ¿En qué ciudad puedo hacer eso? ¿Con quién más podría?

(Escrito al margen, a modo de anotación)El paciente demuestra una tendencia hacia la idealización del sujeto virtual y su medio. Evade los planteos que lo llevan a darse cuenta que el “aprendizaje” y los “gustos” del sujeto virtual son en realidad fantasías.

El problema no es ese, créanme. El problema es que desde hace unas semanas, Mio ha estado…distante. No podrán entenderme, pero he notado un cambio en ella. Estás más lejana, más fría. Como si ya no disfrutara de mi compañía. Casi no he hablado con ella en una semana. Cuando la llamé la semana pasada, su voz sonó ronca, (Un círculo rojo envuelve la palabra “llamé” flecha hacia margen derecho. Letra roja: ¡Hay que conseguir esas charlas!) y contestaba con evidente fastidio. Cuando la vi antes de ayer, parecía estar en otro lugar. Temo que esté con alguien más, doctor. ¿Entiende? He pensando en contratar a un sniffer para que la siga.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente tiene tendencia hacia las fantasías paranoides.

No la entiende. Usted me dice que ella no cambia si yo no quiero. Que su cambio es sólo resultado de los cambios producidos dentro de mi mismo. Pero yo no quiero que sea así. Estás más sensible que nunca. Me cuenta que ha estado llorando, ofuscada con ella misma y con el mundo. Que desearía que las cosas fueran distintas. No entiende doctor. No vengo acá para que haga algo por mi. Vengo para que haga algo por Mio. No quiero que sea una versión fría y enloquecida de si misma. Quiero que todo sea como antes.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente demuestra una tendencia incipiente hacia la esquizofrenia.

Ya no se que hacer. Cuando estoy desenchufado, temo que Mio haga alguna locura. Cuando estoy enchufado, sufro porque Mio sufre, y temo que haga una estupidez cuando me desconecte. Usted me dice que ella “desaparece” cuando me desenchufo. Pero no puede ser así. Lo de Mio progresa, ¿sabe? Hasta me mostró como pasa. Pero el tema es cosa empeora, ¿entiende? Lo de Mio progresa, ¿sabe? Nunca está como cuando la dejo, siempre le pasa algo más que la empeora. Y se enloquece de a poco.

(escrito abajo, letra cursiva muy prolija) El paciente niega los hechos dados aun con evidencia irrefutable. Posible diagnostico de Síndrome de Desconexión. Se recomienda su internación inmediata. (Siguen los sellos de rigor)

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tarde de Domingo

La cerveza se entibia en los vasos,
mientras los maniquíes nos espían y la liebre habla para callar al silencio.
Vos, Aliciaroja te incomunicás por celular,
Te incomodás frente a mí
Y yo, el sombrerero loco, desaparezco,
asustado de mi mismo.

Debe ser que nos cuesta conciliar nuestras máscaras con nuestros rostros.
Saber que hay historias que no nos hemos contado.
Yo soy un misterio,
vos sos un animal contrahecho y deforme
que disecciono para la colección.

Hablamos. Nuestras voces suenan distintas a como esperábamos.
Vos no me oís a mi, no me ves a mi.
Estas en una casa a unas cuadras de acá, abrazada a otro.
Me dejás con la liebre,
que mas incomoda que los dos bebe baba de caracol como si fuera agua.

Me despedís. No sabés si saludarme o echarme.
Yo huyo, asustado, humillado.
No somos lo que esperamos. Somos lo mejor que pudimos
“No nos volveremos a ver, nunca nos hemos visto. No estaba acá.”
Me decís al despedirme
No te engañes, pareces querer decirme cuando miro hacia atrás
Vos también estabas con otra.