Todo el súper se ha puesto nervioso desde que anunciaron que vendrían Las Visitas. Supuestamente, caen una vez al año, desde Central, y revisan todo: Depósito, Salón, la presentación, el orden. Todo. Nada escapa del ojo de las visitas.
Sil fue la que me aviso a mí. Merendábamos en el comedor del local (yo tengo una hora de descanso, que uso para merendar a eso de las seis) cuando notó la comunicación de la gerencia. “Es importante ordenar y limpiar todo, pues es posible que tengamos Visitas en estos días” rezaba. La gerenta luego lo confirmó, cuando me ordenó limpiar todo el estante de las leches en polvo y preparar punteras. Todo se prepara para Las Visitas. Todos nos apuramos por tener nuestros sectores lo mejor posible, el uniforme limpio y planchado. Todo para dar el mejor aspecto posible a los ojos de Las Visitas.
Franco fue el que me lo contó, ese mismo día. ¿Vos sabés que nadie nunca los vio? Me dijo. El Chori sonrió y Sil me miró en un gesto cómplice. ¿Qué decís? Le pregunté yo, intuyendo un chiste. No…es verdad, conformó el Chori. Yo hace doce años que trabajo acá, y nunca vi a alguien haciéndonos La Visita. Mira vos, digo, sin mucha convicción. No creo que nadie los haya visto nunca. Siguió. Me concentré en reponer los vinos, molesto por el chiste tan tonto de mis compañeros.
La Gerenta se apura, el de Seguridad y la Supervisora de Cajas la siguen como una suerte de séquito, mientras ella mueve el dedo a diestra y siniestra, ordenando cambios, limpiezas, reposiciones. La Supervisora me mira y sonríe. Le caigo bien. Me pregunta si voy a merendar, me voy a tomar unos mates con ella. Nos caemos bien.
“¿Es cierto que nadie ve a Las Visitas?” Le pregunto. Ella sigue con el mate, como si no hubiera escuchado. Me mira, ceba. “Yo nunca los vi. La Gerenta dice que ella los ve siempre, pero no le creo la verdad. Yo en diez años acá jamás vi uno.” “Vendrán de incógnito” digo sin mucha convicción. “Es obvio que no, nos daríamos cuenta en seguida si alguien entra al depósito sin autorización.” Me corrijo de inmediato. Seguimos merendando en silencio. “Capaz son invisibles.”. La Supervisora me mira y me guiña un ojo. “Capaz” me dice antes de volver a trabajar.
Hoy llegan Las Visitas, anuncia La Gerenta. Tené todo ordenado por favor, me suplica. Estoy todo el día atento. Miro a todos los clientes, buscando uno que mire no con el detenimiento de alguien que busca algo, sino con la curiosidad de quien mira un conjunto. Cuando voy al depósito, miro en las esquinas buscando a alguien escondido. Noto que no soy el único nervioso. Las risas de mis compañeros son forzadas. Los chistes, más escasos. Ríen fuerte, como si el ruido pudiera alejar a los espíritus malignos.
Me voy a la merienda. La Gerenta está en el lugar, colgando un mensaje. Son las recomendaciones e impresiones de Las Visitas. Abajo aparecen sus firmas, y sus nombres que de tan comunes parecen inventados. “¿ya vinieron?” pregunto incrédulo. “Si pasaron hace un rato. Acaba de llegar el mail” me dice mientras sale del comedor. La sigo. “¿Los vio, jefa?” La Gerenta mi mira y sonríe. “¿No creerás esa pavada de que son invisibles, no?” me dice. “Y…no los vi. Nadie los vio”. Yo los vi, me dice. Los busqué en el Aeropuerto. Los vi pasar por acá. ¿Segura?
Cuando La Gerenta se pone nerviosa, parpadea fuerte y lento, como apretando los párpados contra los ojos.
¿Está segura, jefa? Sí, me dice. Parpadeando.
Cara Berlangganan WeTV
Hace 1 año
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