domingo, 27 de diciembre de 2009

El Cruzado

Tomando una cerveza con el negro
nos topamos con el Cruzado.
Siempre se sienta afuera de la Legislatura,
con su viejo megáfono
al lado del cafetín que frecuentamos.
Y se pone a predicar.

Despotrica contra todos,
ahí sentado con su remera mugrienta.
Grita contra los corruptos,
los vagos, los apátridas.
Sepa Dios contra quién más,
contra que otro fantasma lucha.

Nosotros le damos a la cerveza helada,
miramos las piernas de las chicas que pasan,
y rezamos para que el viento levante las polleras.
Cada tanto alguna frase, una oración nos llega,
gritos contra el sistema al viento.

Miro a la mujer policía de la esquina,
mientras pienso que es demasiado hermosa para el trabajo.
Ella cada tanto sonríe, escuchando al Cruzado.
Le parecerá un loco,
pero cuando habla sobre lo bajo de los sueldos policiales
sonríe y mueve la cabeza despacio.

Cada tanto escucho una frase,
el Cruzado está loco.
Sepa Dios porque despotrica todos los días
Contra molinos de viento y legisladores.
Debe ser la locura, el deseo de cambiar el mundo,
la falta de algo mejor que hacer.
Pienso mientras tomo mi cerveza,

El problema de los locos,
es que de tanto escucharlos
empiezan a tener sentido.
Me pregunto cuántos vagos habrán enloquecido,
oyendo al Cruzado predicar
todos los días, durante tanto años.

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