El olor a lluvia inunda las habitaciones en la tarde sin sol. Huele dulzón, húmedo, limpio, muy distinto del olor a polvo rojo que inundaba las habitaciones en las tardes viento de las otras semanas. La lluvia golpea mientras oro arrodillado contra la ventana. El Sol no se deja ver, pero está ahí, como cada día, observándonos. El Domesticador también. (Nota al margen, letra desconocida: “Analogía utilizada inicialmente por los teólogos imperiales para referirse al poder del Príncipe Gobernante” Fue luego tomada por los Domesticadores y es un buen ejemplo del sincretismo que marca toda la obra litúrgica del Devorador.) Su autoridad se derrama sobre todos, su vigilancia también. Le rezo al Sol, no pidiéndole que salga todos los días, como es obvio que lo hará por toda la eternidad, sino agradeciéndole por derramar su virtud sobre nosotros.
Él está ahí, más allá del muro de agua y de las nubes. Él está ahí, vigilándonos, cuidándonos. El Reverendo Domesticador también.
(El Devorador, Diario de Encierro, Fragmento)
Cara Berlangganan WeTV
Hace 1 año
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