No veo mi máscara, se de todas maneras que es la más hermosa de todas. Hecha en el continente, es una recreación de cómo era mi rostro en el pasado, cuando era joven y mi sonrisa encantaba a las damas y alegraba a los caballeros. No teman, señores Adoradores, la economía está firme, sus dineros están seguros, decía y mi sonrisa les traía seguridad. Ahora sorbo en silencio, sin sonrisa y bajo mi máscara que sonríe por mí.
No soy yo. Soy Él. El Traficante. Maneras pulidas por años. Muchísima práctica en hablar durante horas sin decir en realidad nada, sin oponerse a nadie, sin apoyar a nadie. Soy él, equilibrista maravilloso que de un lado tiene la demanda y del otro la oferta. Si me desbalanceo me caigo, y los pesos se caen conmigo, los tres dependen de él. No soy yo, casi nunca soy yo.
¿Quien es yo, al final? ¿Cómo definir quién soy partiendo desde quién no soy? Sé que el Traficante no es yo, pero no permite eso saber quién es yo en primer lugar. EL padre, el esposo, el amigo, el enemigo. Todos son distintos. Nadie es jamás la misma persona frente a distintas personas, frente a distintas circunstancias. Así como los Adoradores tienen distintas máscaras según sus estados de ánimo y las ocasiones, todos tenemos distintos rostros según el entorno que nos rodea y la gente que nos mira. Pero es más que eso. Tenemos distintas maneras de hablar, distintas modulaciones de la voz, incluso distintos pensamientos, distintas formas de alcanzar los razonamientos. Me gustaría creer que hasta el alma muta continuamente, y se adapta a las necesidades del ambiente como el camaleón que puede mutar y tomar cualquier color excepto el blanco que es el de la verdad.
Señoría, se lo necesita en casa, me dice mi mayordomo. No estoy, Anglesio, no estoy. Pero… No mentirá si dice eso, Anglesio. En verdad no está aquel que busca. Mi hija pide al padre, para que lo consuele porque el doctorcito ese ya no viene a cortejarla. Mi esposa busca al marido, para hablar necedades y discutir chismes, mi amante busca al romántico para que le cante en el oído y le haga el amor con violencia. No está ninguno de los tres, Anglesio. Aquí sólo está El Traficante, y esas mujeres no le interesan. Sólo le interesa el intercambio de bienes, el intercambio de dinero, el intercambio del poder. Y disfruta del sonido de los clavicordios y del cacareo de los Adoradores.
El reverendo cuervo, Don Idelfonso Matías de Úbeda cree que no tenemos una sola personalidad, un solo carácter. Afirma el venerable pajarraco que en realidad tenemos una personalidad que se… ¿Adapta?, ¿Modifica?, ¿Se comporta? De modo distinto según con quién nos encontremos. Así, somos muy inteligentes frente a ciertas personas, muy tontos frente a otras, religiosos o profanos según el caso. Adjudica este cambio a los flujos de los humores corporales. El viejo es fanático de los fluidos del cuerpo, y de sus mareas excretoras. Yo creo que es simple adaptación, como la de los animales. Como el árbol, nos balanceamos con el viento, para que la lluvia y el viento no nos quiebre en pedazos.
Brillantes deducción, Silvio. Ahora déjame seguir con nuestro trabajo, me dice el Traficante desde adentro de mi cabeza. Sonríe, él, no yo. Y se pone a hablar trivialidades con los Adoradores.
0 delirios:
Publicar un comentario