La Princesa, divina juguetera, apila pequeños engranes de plata en una mesa. Intenta captar la vida en una muñeca de juguete que será algo más que un autómata: será algo vivo. El cuerpo es una máquina, razona ella, creada por el Demiurgo apilando piezas. Entonces ella puede hacer algo similar, con otros engranes, mejores. Mejores porque sus engranes son incorruptibles, inoxidables. Mejores porque no se enferman, no se rompen tan fácilmente como los pobres huesos o la vil carne.
Afuera, el cielo se lamenta descargando una lluvia que quiere ser piedras, y golpear las ventanas del taller de la niña roja y demente. (Letra desconocida) “¿No has comprendido, niña, que no los juguetes del Demiurgo no crean juguetes a su vez? Al querer jugar con todo solamente rebelas tu propia condición de juguete” El cielo le grita en silencio “No has comprendido que los hombres son juguetes de un juguetero más grande, más fuerte, más inteligente. Sin embargo, los hombres sólo surgieron como un error, no fueron adrede.” Pero ella no escucha, concentrada en colocar los minúsculos engranes en la espalda de su muñeca. La humanidad es un error que no debería ser prolongado, no debería ser reproducido. Cada vez que un niño nace, el Demiurgo se ofende, cada vez que un anciano muere, el Demiurgo sonríe. La Princesa sigue apilando engranes. (Letra desconocida, en tinta roja) Aquel que persigue dos conejos acaba por no atrapar ninguno. Sigue un plan cuidadosamente armado, extrapolación de su modo de ser. El juguete no tendrá pasado, no tendrá nada de lo que agarrarse, excepto de ella. Tampoco tendrá conciencia del futuro, como todos los jóvenes. Sólo tendrá la delicia del presente, eterno y perfecto, como ella misma lo tiene. Ilusión que hace creer que el presente existe y no permite hacer notar que en realidad es un pasado continúo.
Terminó, el cielo ruge enojado con un rayo que se repite en decenas de ecos. Le da cuerda a su nueva creación, sintiéndose un Demiurgo en potencia. No pasa nada. Muévete, le grita La Princesa, y el pelo le cae en el rostro. El viento le susurra que el juguete no se moverá. Para empezar carece de memoria, que le daría la conciencia de haber sido y ser. Además carece de sangre, que corra por los engranes recordándole que es mortal, y por último carece de edad para poder sentir que tiene un futuro, un devenir. (Al margen)El Demiurgo ha puesto todo en el punto de inicio. Haberte conocido debe haber sido una de sus bromas, o la casualidad de que dos caminos se cruzaran.
La Princesa se acomoda el pelo, rojo y enmarañado. Piensa sonriente como ganarle la partida al destino. Decide arriesgarse. Le da un nombre al muñeco, uno altivo y sonoro, del que pueda sentirse orgulloso, que lo ate al pasado de una familia, un clan grande y arraigado, del cual sentirse parte. Le cuenta la edad que tiene, pero le dice a la vez que eso no significa nada, que el presente es lo único que existe, y el futuro aún no ha ocurrido. Finalmente le deja su cabello entre los engranes, para que los años de molienda lo conviertan en un fino polvo rojizo. Sangre seca de momia, sangre anaranjada de pelo.
Sale de la habitación… (Letra ilegible) la vida es así, la gente entra y sale. La tormenta recrudece (perdido el resto del folio)
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Cara Berlangganan WeTV
Hace 1 año
2 delirios:
Eso me recuerda a la princesa que tiñe de rojo al muñeco de nieve, intentando darle vida...eso me recuerda muchas muchas cosas...quizas tambien te recuerde a Marianela.
Un beso.
si! es que una versión modificada del mismo cuento. O de la misma idea más bien.
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