¡Aliméntame! Maúlla Aristóteles. Maldito gato, vive para comer. Es la glotonería andando.
No molestes, ya comiste. ¿Qué haces? Susurra maligno
¿Qué es más importante que mi hambre? Dice arañando el armario donde está su alimento.
Chateo, espero a alguien. ¿Ah si? Si, a ella. Ahhh, dice y sus ojos se entrecierran dándole una mirada maligna.
Ella no te quiere, ¿Sabías? Ronronea mientras frota su cabeza en mi pierna derecha.
Ya lo sé, al menos se tomó la molestia de decírmelo. ¿Ah si? ¿Y por qué te sigue hablando? ¿Por qué vos le seguís hablando? Porque nos caemos bien. Mentira, vos sabés que no. Sabés perfectamente que te habla porque alguien tiene que llenar esos cinco minutos de aburrimiento que puede tener al día, y vos venís como anillo al dedo. Confía en vos porque estás muy lejos como para hacerle daño. En resumen, te habla porque no pierde nada, aunque por supuesto le importás un comino. Ya lo sé, Aristóteles. Basta. Oh, perdón, pensé que teníamos una charla acá. Claro que podrías alimentarme y me callaría. Parezco más preocupado por el peso de mi gato que por el mío propio.
No, Aristóteles, ya comiste. Bueno, sigo pensando entonces…guardo silencio, no me interesa lo que piense.
Te habla porque no le hacés daño, y la divertís. No te quiere, no le importás. Está demasiado preocupada en disfrutar su vida como para eso. A su edad yo era igual, o peor. Ciertamente, pero vos sos menos calculador que ella. Si ella te sigue hablando, por ejemplo, es porque no sabe cuando puede necesitarte. Puede ser. Pienso en voz alta…¿No será que te habla porque disfruta lastimarte? ¿Que decís? Claro…vos la tratás bien, ella te maltrata, vos decís algo, ella lo retruca. No le interesás más que para tener el placer de tirar de tu correa. Le divierte pensar que sufrís por alguien que no seás vos mismo. Callate, no entendes, los que queremos somos así. ¿Ah si? Yo quiero, para tu información. Pero soy más…simple…amo el alimento, que me acaricien, amo las cosas simples como una siesta. Vos querés lo lejano, lo inexistente, lo imposible.
Ella ya te dijo que no le interesás, y vos te dejás basurear con la esperanza de que al final se calme y se dé cuenta de que en el fondo te quiere. O vos sos un idiota, o tenés razón y el idiota soy yo. Lo miro, con el rostro que de tan impasible delata mi enojo.
No es que ninguno de los dos sea idiota, Aristóteles. El problema es que vos sos distinto a mí. Aún no tenés las urgencias de la carne, ni el alma para poder amar algo lejano. Amar es una esencia de la inmortalidad, igual que tener sexo. Es la posibilidad de trascender. Vos no querés más que el ahora porque sos demasiado cachorro para querer el futuro. Y cuando tu sangre pida la carne ajena, y maullés de amor, yo te voy a hacer capar. Y vas a ser un gato sin corazón y sin verga. Aristóteles finge que no me escucha, detesta que no le de la razón.
Y vos me vas a envidiar en ese momento, Gringewald. Dice al fin. Porque sin verga y sin corazón, sólo me voy a preocupar de mi estómago, a diferencia de vos que te preocupás por aquéllos a los que les importa un bledo que existas o no, me dice antes de irse a dormir a mi cama.
1 delirios:
& maldito sera el sistema reproductor por conecatarse con las emociones & divulgar el sexo. xP
Aristóteles es muy sabío, quizás sus instintos felinos le permiten percibir mucho más allá de lo visual que nosotros los humanos.
Saludos(:
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