miércoles, 25 de marzo de 2009

Ojos de la Muerte

Luego de una larga y fructífera vida, La Pintora se moría. Una vida excesos por fin cobraba el alto costo de su salud. Por lo demás, parecía como si no quisiera levantarse tan temprano o estuviera esperando que le sirvieran el desayuno en la cama. Su médico le había advertido que controlara su disipado estilo de vida y ahora estaba a su lado, sonriente por ver cumplidos sus pronósticos. Su novia se había ido la tarde anterior, a presentar un libro, y no llegaría hasta la noche. Llegará tarde, pensó, como siempre. Esta noche me toca.

La puerta sonó, y entró su amante con el rostro impasible, pero enrojecido por el llanto. Le habrán dicho que aparente tranquilidad así no me pongo nerviosa, pensó La Pintora. Inteligente pensamiento, que el moribundo, que sentirá todo por última vez, sienta sólo una aburrida paz y una apacible tranquilidad. Intentó decirle algo y sonreírle, pero no pudo. El médico sonrió aún más, sin mostrar sus dientes, satisfecho de ver cumplida su predicción.

La Pintora era una figura loada a nivel mundial. Sus estudios de la luz y las sombras habían influencia toda una generación de artistas, y suscitado debates tan ardorosos como su pasión por el arte. Su magna obra llenaba museos y salsas de arte en todas partes, fotos de sus cuadros eran estudiados por alumnos de arte en todo el mundo. Miró a su amante, y pensó que era hermosa. La luz matinal apenas brillaba lo suficiente como para darle un color diáfano, lunar, que no podía ser ocultado ni siquiera por sus ojos enrojecidos. El brillo del alba iluminaba las cosas sin dejar brillar las superficies esmaltadas, sólo mostrando los colores. Una hora, una luz perfectas, para una muerte que no podía ser menos que perfectas.

De repente, sus ojos moribundos captaron un poco menos de luz, o quizás un poco más. Quizás participaron por un instante breve y sin embargo eterno de la vista del Demiurgo creador. Se agitó, el médico se acercó a auscultarle el pecho, su amante corrió a tomarle la mano. El aire entraba apenas en sus pulmones, su aliento era débil como el aleteo de una mariposa. Abrió enormes los ojos, y miró todos los objetos de la habitación como si los mirara por primera vez. Y era porque los veía por primera vez. No veía la realidad aparente, encandilada por el brillo del Sol meridiano y por la estupidez propia de los hombres. Los veía bajo una luz nueva, eterna, más allá de los claroscuros. Se le ocurrió que toda la obra de su vida era pésima y no reflejaba la realidad que había querido plasmar. A la mierda, con los ojos que tenía antes no hubiera podido pintar mejor. Dios, me hubieras dado esta mirada cuando mis manos pintaban, aunque te agradezco por dármela antes de que todo termine.

Decidida a arruinarle el día a su médico, convencido de que no podría hacer nada más que morir, La Pintora tomó la mano de la mujer que lloraba a su lado y la miró. Cerró los ojos, recitando en voz clara pero audible unos sonetos de Shakespeare.



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Now playing: Bob Dylan - The Times They Are A-Changin'
via FoxyTunes

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