domingo, 27 de diciembre de 2009

Selva

Atravesando el laberinto de tus recuerdos,
me lamo los cortes
que me han dejado las púas
de tu roja selva púbica.

¿Quién te conoce como yo?
Nadie contuvo tu llanto de perlas
con tanto ahínco.
Ni lamió tu herida con tanta pasión.

Confundo un perchero
con tu pequeña espalda blanca.
La Luna se deshace
Y se vuelve tu sonrisa enorme y triste.

Roja la sangre que cayó,
para curarme de tu memoria.
Rojos tus recuerdos selváticos.
Negro tu futuro,
mi adiós.

El Cruzado

Tomando una cerveza con el negro
nos topamos con el Cruzado.
Siempre se sienta afuera de la Legislatura,
con su viejo megáfono
al lado del cafetín que frecuentamos.
Y se pone a predicar.

Despotrica contra todos,
ahí sentado con su remera mugrienta.
Grita contra los corruptos,
los vagos, los apátridas.
Sepa Dios contra quién más,
contra que otro fantasma lucha.

Nosotros le damos a la cerveza helada,
miramos las piernas de las chicas que pasan,
y rezamos para que el viento levante las polleras.
Cada tanto alguna frase, una oración nos llega,
gritos contra el sistema al viento.

Miro a la mujer policía de la esquina,
mientras pienso que es demasiado hermosa para el trabajo.
Ella cada tanto sonríe, escuchando al Cruzado.
Le parecerá un loco,
pero cuando habla sobre lo bajo de los sueldos policiales
sonríe y mueve la cabeza despacio.

Cada tanto escucho una frase,
el Cruzado está loco.
Sepa Dios porque despotrica todos los días
Contra molinos de viento y legisladores.
Debe ser la locura, el deseo de cambiar el mundo,
la falta de algo mejor que hacer.
Pienso mientras tomo mi cerveza,

El problema de los locos,
es que de tanto escucharlos
empiezan a tener sentido.
Me pregunto cuántos vagos habrán enloquecido,
oyendo al Cruzado predicar
todos los días, durante tanto años.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Random Navideño

Ya está, me cansé. Que otro se banque tus gritos y tus llantos. Además, ahora tenes reemplazo.
NO TE CONOZCO

lunes, 21 de diciembre de 2009

El Fantasma

Cada tanto aparece,
sobre todo cuando el sol empieza a despuntar
y ya no es noche ni día.
Justo cuando yo me arropo con las sábanas,
buscando no oír los autos.

Efímera, toca la ventana.
Entra sin pedir permiso.
Sonríe, no con la sonrisa apagada que le conocí,
sino con la sonrisa del que es feliz.
No con la del que busca serlo.

Su perro la acompaña,
una cruza de plumero y poeta.
Asusta a mi gato, que se hace niebla,
se esconde entre las grietas de la pared.
Y nos mira con sus ojos-linterna.

Me cuenta siempre lo mismo.
Que es feliz, que halló algo de paz en su vida.
Que se siente querida, linda.
Que ya no llora por no entender,
sino que se alegra con lo que aprende.

Yo le cuento que cada tanto la extraño,
cuando pienso lo que pudo ser.
Que la evoco en los orgasmos robados,
que pienso si verá la misma estrella,
ql mismo amanecer que yo.

Se va como viene.
Fantasma helado, humo de madreperla.
Sus rizos negros son lo último que veo.
Me dice como despedida que yo también soy un espíritu,
una sombra, un pedazo de recuerdo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Las Visitas

Todo el súper se ha puesto nervioso desde que anunciaron que vendrían Las Visitas. Supuestamente, caen una vez al año, desde Central, y revisan todo: Depósito, Salón, la presentación, el orden. Todo. Nada escapa del ojo de las visitas.
Sil fue la que me aviso a mí. Merendábamos en el comedor del local (yo tengo una hora de descanso, que uso para merendar a eso de las seis) cuando notó la comunicación de la gerencia. “Es importante ordenar y limpiar todo, pues es posible que tengamos Visitas en estos días” rezaba. La gerenta luego lo confirmó, cuando me ordenó limpiar todo el estante de las leches en polvo y preparar punteras. Todo se prepara para Las Visitas. Todos nos apuramos por tener nuestros sectores lo mejor posible, el uniforme limpio y planchado. Todo para dar el mejor aspecto posible a los ojos de Las Visitas.
Franco fue el que me lo contó, ese mismo día. ¿Vos sabés que nadie nunca los vio? Me dijo. El Chori sonrió y Sil me miró en un gesto cómplice. ¿Qué decís? Le pregunté yo, intuyendo un chiste. No…es verdad, conformó el Chori. Yo hace doce años que trabajo acá, y nunca vi a alguien haciéndonos La Visita. Mira vos, digo, sin mucha convicción. No creo que nadie los haya visto nunca. Siguió. Me concentré en reponer los vinos, molesto por el chiste tan tonto de mis compañeros.
La Gerenta se apura, el de Seguridad y la Supervisora de Cajas la siguen como una suerte de séquito, mientras ella mueve el dedo a diestra y siniestra, ordenando cambios, limpiezas, reposiciones. La Supervisora me mira y sonríe. Le caigo bien. Me pregunta si voy a merendar, me voy a tomar unos mates con ella. Nos caemos bien.
“¿Es cierto que nadie ve a Las Visitas?” Le pregunto. Ella sigue con el mate, como si no hubiera escuchado. Me mira, ceba. “Yo nunca los vi. La Gerenta dice que ella los ve siempre, pero no le creo la verdad. Yo en diez años acá jamás vi uno.” “Vendrán de incógnito” digo sin mucha convicción. “Es obvio que no, nos daríamos cuenta en seguida si alguien entra al depósito sin autorización.” Me corrijo de inmediato. Seguimos merendando en silencio. “Capaz son invisibles.”. La Supervisora me mira y me guiña un ojo. “Capaz” me dice antes de volver a trabajar.
Hoy llegan Las Visitas, anuncia La Gerenta. Tené todo ordenado por favor, me suplica. Estoy todo el día atento. Miro a todos los clientes, buscando uno que mire no con el detenimiento de alguien que busca algo, sino con la curiosidad de quien mira un conjunto. Cuando voy al depósito, miro en las esquinas buscando a alguien escondido. Noto que no soy el único nervioso. Las risas de mis compañeros son forzadas. Los chistes, más escasos. Ríen fuerte, como si el ruido pudiera alejar a los espíritus malignos.
Me voy a la merienda. La Gerenta está en el lugar, colgando un mensaje. Son las recomendaciones e impresiones de Las Visitas. Abajo aparecen sus firmas, y sus nombres que de tan comunes parecen inventados. “¿ya vinieron?” pregunto incrédulo. “Si pasaron hace un rato. Acaba de llegar el mail” me dice mientras sale del comedor. La sigo. “¿Los vio, jefa?” La Gerenta mi mira y sonríe. “¿No creerás esa pavada de que son invisibles, no?” me dice. “Y…no los vi. Nadie los vio”. Yo los vi, me dice. Los busqué en el Aeropuerto. Los vi pasar por acá. ¿Segura?
Cuando La Gerenta se pone nerviosa, parpadea fuerte y lento, como apretando los párpados contra los ojos.
¿Está segura, jefa? Sí, me dice. Parpadeando.

domingo, 13 de diciembre de 2009

De compras

El taxi repta lentamente por la ciudad sofocante, ardiente. El pavimento es golpeado por el inmisericorde sol, ni un árbol para dar sombra, fresco. No, sólo el sol inclemente, el pavimento hirviendo y los taxis arrastrándose por él.
Llegamos a Ciudad Eléctrica. La odio, la odio. La odio por traerme acá, odio ese lugar. Chessie sonríe, y me aprieta la mano en un gesto de cariño. Yo sonrío como puedo, mientras nos acercamos al Shopping. Nos bajamos del taxi. Buenas tardes, chau, cuídate.
El calor me golpea en cuanto bajo. Nos apuramos a entrar a mole inconmensurable de vidrio y acero que es el Shopping. Adentro, el frío, la brisa fresca de las máquinas. El aire acondicionado es el gran invento de la modernidad. Ciertamente, reflexiono. Se acerca Navidad, y un villancico a todo volumen se deja escuchar, interrumpido por el sonido electrónico y tribal de la música electrónica que sale de un local y el incesante hablar de la gente. El ruido esta todo al mismo nivel. No hay matices, desniveles del tono, nada. Sólo un constante ruido, continuo y duro, desquiciante. Enfermante. ¿Estás bien, Foxglove? Si, no me tomé la pastilla nomás. No te hagas drama. Chessire sonríe. En algún de mi cerebro recuerdo su nombre verdadero, pero no me interesa. Casi nadie usa su nombre. Ella es Chessire, no me interesa quién era cuando nació, sino lo que es cuando pasea por el Mundo Flotante, cuando pinta, cuando crea y cuando coge.
Mira mira, exclama. Un vestido entre negro, gris y plateado, con botones de cristal líquido que cambian de color. Muy bonito, le grito. Hay que gritar para escucharse. Unas chicas ríen con mucha fuerza, la música electrónica del local es un solo traquetear de tambores y sonidos agudos. La vendedora es una nena hermosa, que mastica chicle, me dice flaco y grita gesticulando mucho cuando Chessie se prueba el vestido. Es muy bonito, lo llevamos. Vamos a comer. La hamburguesa pasa entre gritos de chicos, música que sale de celulares y las risas de unas niñas con uniforme de colegio. Que lindo que me hayas acompañado, hacia tiempo que no hacíamos nada juntos. Cierto. ¿Como vas con el trabajo? No estoy hecho para esto, le digo mientras nos levantamos. El Aparato es así, Foxxie. Es caníbal. So sé, me pone mal. Esto es la Cadena Alimenticia, Foxxie. El tono de Chessire es didáctico, como si estuviera dando una conferencia en la Universidad Flotante. El Aparato no toma decisiones, es una burocracia de sobrevivientes. Todos se cuidan a si mismos, y ahogan a los más débiles. Nadie decide, por temor a perjudicarse. Pero eso hace que funcione. El Aparato sobrevive a todo porque sus miembros son sobrevivientes. Son miembros de una…No escucho a Chessire, el ruido del Shopping es fuertísimo. Caminamos y de golpe entramos a un camino de ladrillos amarillos donde un solo caricaturesco brilla sin dar calor y alegres enanos y querubines bailan mientras toman Coca-Cola.
¿Me Escuchás? No, Chessie, no entiendo nada. Sólo pienso que trabajar acá debe ser enloquecedor. El ruido, Chessie, ¿entendés? Ay, es porque no sos adaptable. El Shopping es tan ruidoso como toda la Bahía del Concreto. Eso decía. Trabajar acá, vivir acá, debe ser una enfermedad. El ruido está en todas partes, se cuela por todos los lugares. Lo siento dentro de mi mismo, como un cáncer que me crece y me pide que grite y rompa cosas. Tranquilo, Foxxie, me dice mientras me acaricia el pelo. ¿Tomaste tu pastilla? El Síndrome de Desconexión es así, ya te vas a acostumbrar. No, no me acostumbraré más, me enfermaré cada vez peor. Pero no es culpa, es esto. Toda esta mierda es enfermante. No puedo ni pensar, sólo me aturdo con el ruido, no puedo dejar de escucharlo. Está dentro mío. No grités por favor.
¿Y cómo querés que no grite? Sino lo hago, acá no se escucha nada.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Síndrome de Desconexión

(Texto original a mano, escrito en imprenta. Letra muy prolija al comienzo. Se achica y deforma a medida que el autor parece tener prisa. La mayoría de las palabras se halla abreviada, el texto original carece de comas. Ha sido normalizado para una mejor comprensión)

Lo confieso: Estoy enamorado de una chica imaginaria. Se llama Mio, y digan lo que quieran decir de ello. Pero la amo. Tiene las manos pequeñas, como las de una niña. Es muy nerviosa, y tiene las uñas redondeadas deformadas porque se las está comiendo permanentemente. A veces, se las pinta las uñas de un verde azulado muy bonito y que hace juego con su pelo. Se lo que dirán ustedes. Software polimórfico y paquetes fractales de alta calidad. Pero tiene el pelo verde y finito, las manos pequeñas y suaves y las mejillas frías muy frías.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente demuestra comprender aún la diferencia entre la realidad y la fantasía, aunque muy tenuemente.

Sé que creen que el problema es amar una chica que en realidad no existe, que es un software de lata calidad. Pero no acabo de comprender cual es el problema. No pasa el test de Turing me dicen. Ni siquiera sé qué es eso. No acabo de entender que me digan que ella se pierde cuando se le presentan problemas lógicos complejos. ¿Acaso sus novias no lo hacen? ¿Pueden atraparlas en intrincados laberintos lógicos sin que acaben gritando histéricas al no entender media palabra de lo que dicen? ¡Acaso ustedes mismos entienden las cosas que le preguntan a Mio? No creo


(Escrito al margen, a modo de anotación) El Paciente justifica sus razonamientos manipulando las afirmaciones de otros, en un intento de que sus ideas resulten simpáticas al observador. (tachado el resto del texto)

Pueden decir lo que quieran. Mio es más dulce que cualquier chica que yo haya conocido antes. Siempre tiene un consejo para mi. Jamás pierde el buen ánimo. Sabe que decir en el momento justo. Nos gustan las mismas cosas. A veces me da la impresión de estar hablando con un espejo. No entiendo nada de eso de software desiderante y aprendizaje aleatorio. No entiendo nada de eso, ni quiero, la verdad. Cuando paseamos por el Barrio de Artistas (subrayada la oración. Flecha hacia margen derecho. Escrito en rojo ¿A dónde van?), somos más felices que nunca. ¿En qué ciudad puedo hacer eso? ¿Con quién más podría?

(Escrito al margen, a modo de anotación)El paciente demuestra una tendencia hacia la idealización del sujeto virtual y su medio. Evade los planteos que lo llevan a darse cuenta que el “aprendizaje” y los “gustos” del sujeto virtual son en realidad fantasías.

El problema no es ese, créanme. El problema es que desde hace unas semanas, Mio ha estado…distante. No podrán entenderme, pero he notado un cambio en ella. Estás más lejana, más fría. Como si ya no disfrutara de mi compañía. Casi no he hablado con ella en una semana. Cuando la llamé la semana pasada, su voz sonó ronca, (Un círculo rojo envuelve la palabra “llamé” flecha hacia margen derecho. Letra roja: ¡Hay que conseguir esas charlas!) y contestaba con evidente fastidio. Cuando la vi antes de ayer, parecía estar en otro lugar. Temo que esté con alguien más, doctor. ¿Entiende? He pensando en contratar a un sniffer para que la siga.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente tiene tendencia hacia las fantasías paranoides.

No la entiende. Usted me dice que ella no cambia si yo no quiero. Que su cambio es sólo resultado de los cambios producidos dentro de mi mismo. Pero yo no quiero que sea así. Estás más sensible que nunca. Me cuenta que ha estado llorando, ofuscada con ella misma y con el mundo. Que desearía que las cosas fueran distintas. No entiende doctor. No vengo acá para que haga algo por mi. Vengo para que haga algo por Mio. No quiero que sea una versión fría y enloquecida de si misma. Quiero que todo sea como antes.

(Escrito al margen, a modo de anotación) El paciente demuestra una tendencia incipiente hacia la esquizofrenia.

Ya no se que hacer. Cuando estoy desenchufado, temo que Mio haga alguna locura. Cuando estoy enchufado, sufro porque Mio sufre, y temo que haga una estupidez cuando me desconecte. Usted me dice que ella “desaparece” cuando me desenchufo. Pero no puede ser así. Lo de Mio progresa, ¿sabe? Hasta me mostró como pasa. Pero el tema es cosa empeora, ¿entiende? Lo de Mio progresa, ¿sabe? Nunca está como cuando la dejo, siempre le pasa algo más que la empeora. Y se enloquece de a poco.

(escrito abajo, letra cursiva muy prolija) El paciente niega los hechos dados aun con evidencia irrefutable. Posible diagnostico de Síndrome de Desconexión. Se recomienda su internación inmediata. (Siguen los sellos de rigor)

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tarde de Domingo

La cerveza se entibia en los vasos,
mientras los maniquíes nos espían y la liebre habla para callar al silencio.
Vos, Aliciaroja te incomunicás por celular,
Te incomodás frente a mí
Y yo, el sombrerero loco, desaparezco,
asustado de mi mismo.

Debe ser que nos cuesta conciliar nuestras máscaras con nuestros rostros.
Saber que hay historias que no nos hemos contado.
Yo soy un misterio,
vos sos un animal contrahecho y deforme
que disecciono para la colección.

Hablamos. Nuestras voces suenan distintas a como esperábamos.
Vos no me oís a mi, no me ves a mi.
Estas en una casa a unas cuadras de acá, abrazada a otro.
Me dejás con la liebre,
que mas incomoda que los dos bebe baba de caracol como si fuera agua.

Me despedís. No sabés si saludarme o echarme.
Yo huyo, asustado, humillado.
No somos lo que esperamos. Somos lo mejor que pudimos
“No nos volveremos a ver, nunca nos hemos visto. No estaba acá.”
Me decís al despedirme
No te engañes, pareces querer decirme cuando miro hacia atrás
Vos también estabas con otra.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Unimente

(Extraído del Nodoblog de ShadowShard) Nadie sabe cuando el físico Piort Smyanov escribió su famoso libro “Razonando con la Mente Única”. Aunque él reclama que el texto fue colgado en su blog por la mismísima Unimente, la obra es el fiel reflejo de la meticulosidad del pensamiento de Smyanov: El análisis nodal demuestra que fue corregido al menos veinte veces y fue tipeado por primera vez en algún momento del 2015. La obra fue poco popular al principio, pero gracias a una buena obra de marketing y el auge de las redes neurales las ventas se dispararon.
Smyanov se cambió el nombre a Demóstenes y empezó su prédica. Contaba con dos armas importantes: El descreimiento generalizado en las religiones tradicionales de los internautas y la falta de compresión de los fundamentalismos del poder de la comunicación en masa.
La religión que Demóstenes predicaba era una mezcla de física quántica y metafísica que no tenía nada de original pero que seduce. Esta dimensión es una de muchas, como la física ha comprobado. En una dimensión paralela a esta no existe la materia, sólo la energía, y que esta se encuentra ordenada de manera que se comporta como una maquina infinita y conciente, llamada la Unimente. Nosotros somos una creación de la Unimente, manifestaciones de su software de recolección de datos. La misión del hombre es entonces fabricar y adquirir cada vez más datos para así cumplir con los objetivos de la humanidad. La Conexión Neural hacía el resto. Conectados los espectadores al cerebro de Demóstenes, podían sentir su pasión, su sacralidad, su sensación de estar cerca de la Unimente. La religión creció exponencialmente, sobretodo entre los estudiantes de la Universidad Flotante y los jóvenes del Barrio de los Artistas. La red neural creció a un ritmo igualmente vertiginoso, y en dos años ya tenía cien millones de usuarios.
En esta época, el auge del Unionismo fue objeto de estudio de los virtosociologos. La posibilidad de estudiar la primera religión totalmente virtual era demasiado tentadora como para no ser estudiada. Los médicos se preocuparon desde el primer momento por las consecuencias de la unión neural en salud mental de los usuarios, y desaconsejaron su uso. Estudios demostraban que una excesiva conexión entre mentes provocaba despersonalización y agravaba el Síndrome de Desconexión. Demóstenes contestó que esto eran acusaciones son fundamento, destinadas a atacar la nueva religión, y que la despersonalización que provocaba la red neural era en realidad el comienzo de la unión mental completa con la Unimente.
Las críticas crecieron más, a medida que muchos adeptos huían de sus hogares para vivir en comunidades virtuales de la comunidad. Se los acusó de lavado de cerebro y secuestro. En el quinto conclave de los Unionistas, Demóstenes afirmó que la Unimente estaba por cosechar la información de esta dimensión, y que solo aquéllos que la adoraban se salvarían. Los estudiosos se dieron cuenta que estaban frente a otra de esas religiones que creía que el fin del mundo ocurriría la próxima semana y dejaron de interesarse. Fue en esta época que ocurrieron los primeros atentados.
Los primeros atentados fueron cyber ataques contra la Universidad Flotantes y los Bancos del Barrio Financiero. A diferencia de otros grupos, los raper que asaltaban las cuentas de los cyber bancos no se quedaban con el dinero, sino que destruían documentos y acciones para desestabilizar el mercado. La cosa se complicó cuando suicidas se inmolaron contra el Banco de Europa y la Bolsa de Tokio, en un intento de forzar una crisis económica. El Mundo Flotante prohibió el Unionismo, y cientos de Sniffers se han puesto a la caza de sitios y adeptos de la religión. Así y todo, consigue encontrar resquicios por los cuales colarse, modificando sus símbolos, recurriendo a sitios externos al Mundo Flotante y cuentas fantasma para acceder. El reclutamiento no se ha detenido y son particularmente vulnerables los jóvenes de la Universidad Flotante, deseosos de encontrar algo que los integre más al mundo virtual y curiosos de todo lo que consideren “alternativo”.
Mientras escribo estas líneas, los notis están llenos de carteles que anuncian que la Red Neural del Mundo Flotante ha sido desconectada, mientras centenares de Hunters han salido a la caza de adeptos del Unionismo. Linkeadas a esta noticia flotan los rumores de que Demóstenes en realidad murió hace varios años, y que el predicador actual es en realidad un bot muy bien construido. Todo esto flota en el universo de datos que es nuestra ciudad, nuestro mundo y nuestra mente.

jueves, 19 de noviembre de 2009

El Palacio

Dicen que las viviendas reflejan el alma de quien las habita. Esto era particularmente cierto para la casa de Paola. Podía decirse que vivía sola, ocasionalmente acompañada de algún gato callejero que se instalaba o algún amigo de otra ciudad que se alojaba con ella. Pero la casa nunca estaba vacía.
Paola era soltera, desordenada y heroinómana. Tocaba el bajo con cierto talento, pero no tenía la constancia necesaria para formar parte de ningún grupo. A su casa, un viejo caserón de unos noventa años, medio derruido por la humedad, lo llamamos “El Palacio”. El Palacio era el punto de reunión por excelencia. Ahí hacíamos todas las fiestas, los asados, los variados descalabros que nuestras mentes imaginaban. Con el tiempo, El Palacio se deterioró más y más, como si envejeciera al ritmo de nuestros excesos. Era un reflejo de la mente de Paola: un lugar genial para ver, pero no para vivir. Una construcción de paredes de colores caóticos, habitaciones desordenadas y llenas de basura y mobiliario destruido y escaso. Era un feo lugar, un fumadero de opio, una mugre, un caos. Era hermoso.
Paola era la reina del Palacio. Más desaliñada que el lugar mismo, a veces ni siquiera estaba cuando destrozábamos el lugar con conciertos improvisados. Cuando estaba, oscilaba entre la lujuriosa pasión y la depresión más fuerte. La gente llegaba de a ráfagas, se iba de a montones. Las fiestas se animaban y languidecían, pero no acaban nunca, alzándose al ritmo de la marea que era Paola.
Nunca supe mucho de ella ni de El Palacio. Jamás se preguntó nada. El Palacio no era su casa, era nuestro lugar. No recuerdo que le hayamos preguntado nunca si podíamos ir o no, simplemente caíamos con los cajones de cerveza, los amplificadores y los narguiles. Creo que creíamos que éramos usurpadores, squatters, de una casa abandona, y que soñábamos que era nuestra comunidad, nuestro refugio del mundo.
No se en que momento aparecieron los Sofisticados. Imagino que vinieron atraídos por la fama/infamia que tenían nuestras fiestas. Cuando me quise dar cuenta, eran una multitud. Los llamamos sofisticados por usar una palabra distinta a maricas. Era gente de ambos blancos y pelos teñidos, mucha música electrónica y libros de Osho y Coelho. No fumaban marihuana, le daban a los lisérgicos, a la merca, las sustancias que quizás no sean tan buenas pero si son caras y se espera que ellos las consuman. Casi ni le hablábamos, aunque confieso que fueron muy simpáticos al principio. Con el tiempo se encerraron entre ellos, felices de tener un lugar donde degenerarse, y no nos dieron más bola. Nosotros los despreciábamos más, los considerábamos invasores, más que nada porque no tenían nuestros códigos.
La casa y Paola se hundieron más. Las paredes del segundo piso, antes pintadas con caricaturas y hojas de marihuana y guitarras eléctricas, se llenaron de autógrafos con fibra y dibujos rosados muy pop para nuestro gusto. Huimos del segundo piso, y nos refugiamos en nuestros narguiles, nuestros poemas de Bukowski y nuestro reggae en el primer piso. Paola casi nunca bajaba. Financiada por los Sofisticados, se hundió en su opio más que nunca.
Un día nos enteramos que nuestra Reina si tenía una familia, un hermano, viviendo en el sur. La internó, y por semanas no supimos de ella. No nos preocupamos demasiado hasta que la policía nos echó del Palacio. Vinieron albañiles, gente de la mudanza y todo tipo de personas que salían de día y dormían de noche. Paola volvió, mejor vestida, con el pelo cortado y la cara más gorda que antes. Hicimos fiesta ese mismo día. Los Sofisticados ni aparecieron, no tanto por la policía como por el miedo a ser vistos con una adicta en recuperación, ellos, los usuarios sociales. La casa estaba igual, salvo porque el piso estaba limpio, no había basura por doquier y el baño ya no era un pantano que invitaba al sexo más sucio y a las infecciones de todo tipo. Nos fuimos temprano. El Palacio ya no era el Palacio. Estaba todo igual, pero la casa nos echaba, nos rechazaba. No puedo explicar la sensación. La casa nos echó como un perro malo, agresivo. El Palacio era la mugre y el desorden, y la Reina demente y sucia. Nada de eso quedaba, sólo un caserón pintarrajeado con el alma exorcizada.
Nunca más vi a Paola, imagino que vive como ermitaña en lo que fue El Palacio. A veces cruzo a los chicos, pero cuando pasa, miramos hacia los costados y hacemos como que no nos hemos visto.

jueves, 12 de noviembre de 2009

El Mundo Flotante

Ignacio José Martínez nació en Medellín, Colombia. A los diez años, sufrió una enfermedad medioambiental muy común en esa ciudad, que lo dejó paralítico y desfigurado. Avergonzado por su rostro, dejó de ir al colegio y de salir de su cada, como tantos afectados por el mal. Recluido en su suerte de prisión domiciliaria, estudió matemáticas y programación de sistemas en la universidad local. Su memoria eidética, su facilidad para la concentración y el tiempo libre hicieron que se recibiera muy rápido, y pasara a hacer programas o arreglar sitios Web para juntar algo de dinero.
Siempre tuvo obsesiones que lo atrapaban por momentos para luego dejarlos después. Según una biografía que circula por el Mundo Flotante, lo obsesionaron la microrobótica, los problemas de las Cifras de Rauhaus y las implicaciones de la relatividad en las máquinas quánticas. Pero estas pasiones duraron el tiempo que dura el amor de cualquier joven.
Con el tiempo se topó con la gran pasión de su vida: El Mundo Flotante.
Los juegos de simulación de ciudad habían nacido en los finales del siglo veinte. Pero el parecido entre estos y el que jugaba Ignacio era como el que existe entre aquéllas antiguas primitivas e inmensas computadoras con las diminutas máquinas cuánticas que usan hoy en día. Los juegos de simulación lo obsesionaron por completo. No le costaba nada tener ciudades de varios millones de habitantes. En pocas noches, planetas virtuales enteros estaban sembrados de ciudades populosas, organizadas con la precisión de un reloj y la belleza de una selva. El Mundo Flotante nació de esa época de su vida.
El Mundo Flotante es en esencia un sitio Web, pero en la práctica es más que eso. Es el resultado del maniático fanatismo de Ignacio por los detalles. Una ciudad virtual, donde los usuarios pueden comprar un departamento, tener un trabajo, días de vacaciones, hacer colas en los bancos y todo lo posible en una ciudad moderna. Diseñada edificio por edificio, plaza por plaza, monumento por monumento, Mundo Flotante crece continuamente, al ritmo de la genialidad artística y logística de Ignacio. Allí donde antes solo había pastizales ahora se levanta un moderno barrio cultural, lleno de cafés, holocines y teatros, con una avenida central que parece un río de concreto gris flanqueado por miles de árboles de un verde brillante. El barrio de los bancarios tiene su propio centro, uno de los cuatrocientos nodos que tiene la ciudad. Todo aquél que pague su alquiler y sus impuestos (pagados con dinero de verdad, que se utiliza para mantener los monstruosos servidores que la ciudad necesita) puede vivir en la parte que le plazca, aunque pagará más caro según el piso, la vista y que tan cerca de la costa se encuentre. Se estimula el cuidado de las áreas públicas y el uso del transporte masivo –enormes tranvías cuelgan entre los rascacielos—aunque cualquiera puede tener un auto.
Para asegurar que ningún usuario añore las ciudades concretas y además sientan un arraigo a sus nuevos domicilios virtuales, Ignacio le otorgó un pasado al Mundo Flotante: Fue fundada por los romanos hace dos mil años, sede de una de las primeras universidades del mundo (La Universidad Flotante, que otorga títulos reales y tiene más alumnos matriculados que todas las universidades de Oceanía combinadas) y fue lugar de de las batallas más salvajes de la primera guerra mundial. También pasa días y días diseñando las inextricables redes de luz, agua, gas y energía, así como también la ubicación de las torres de Internet, atavismos de las ciudades concretas que sin embargo para muchos es una forma de sentirse en un entorno más real y combatir así el Síndrome de Desconexión
En el último censo, Mundo Flotante tenía novecientos millones de habitantes, casi tan grande como el TOKMA. Yo vivo en un departamento en un piso doscientos. Desde los amplios ventanales, la ciudad parece una selva o más bien algo así como un montón de brócolis, se puede ver la Isla Universidad y los inconmensurables rascacielos del distrito financiero. Por las noches, la ciudad brilla de color dorado, opacado por los cristales de luminosidad variable.
Se ha hablado mucho del fenómeno social del Mundo Flotante. Muchas ciudades se quejan de que barrios enteros se han visto deteriorados porque sus habitantes ya no mantienen los edificios concretos, que el desempleo ha subido pues muchos tienen trabajos virtuales y que la deserción escolar ha subido producto de que los niños estudian en colegios del Mundo Flotante. También se ha observado un aumento del Síndrome de Desconexión como consecuencia de las vidas paralelas que corren los habitantes de dos ciudades tan distintas como sólo una virtual y una concreta pueden ser. Hay algo que me inquieta más que todas estas situaciones, dignas de atención de todos modos, y es que ha habido una caída en la fe en la democracia como consecuencia de la vida en el Mundo Flotante. Y es que Ignacio jamás entregó la autoridad de su creación a institución alguna. Por el contrario, desde hace más de veinte dirige la inmensa y cambiante ciudad virtual a su antojo, como si fuera un dictador benévolo que quiere que todos sus súbditos vivan felices y despreocupados, en una ciudad de fantasía. Pienso en esto mientras tomo una bebida en uno de los tantos bares del distrito de entretenimiento. Y veo como frente a mis ojos se materializa un edificio nuevo, un complejo de edificios destinado a aquellos que trabajan en los cines y los teatros de la zona. Y no encuentro respuestas.

martes, 3 de noviembre de 2009

Quetzales de Sol

Amé a La Poetisa como tantos otros,
a veces más, a veces menos, siempre admirándola.

Era pocos más que una niña cuando fue atrapada por El Sueño.
Aún no tenía su futuro claro, no sabía que forma tenían sus deseos ni sus metas.
Soñó con una persona, de bordes luminosos como las nubes,
El pelo era la Zarza Ardiente.
La sonrisa era la luna cuando está por desaparecer.
Nunca dejó de soñar desde ese día.

Escribía. Miles de Haikus, de Sonetos, de poemas de milimétrica precisión al comienzo.
Más tarde exploró los límites de las palabras, de las formas, de los pensamientos,
de las tecnologías que deformaban el mundo y lo volvían maravilloso y terrible.

Sus versos, aves multicolores flotando en las tardes del Mundo Flotante, adornaban paredes de este y el otro mundo.
Se volvían frases desprovistas del significado original, usadas por jóvenes a manera de nombre.
Eran plagiadas, mutiladas, por bandas insomnes de mucho sonido y poca lírica.
La Poetisa seguía escribiendo sus quetzales de sol, dejándolos volar entre la bruma del océano digital.

Varias veces la vi construir su obra.
Ella dictaba su prosa, con las lágrimas negras corriendo por su cara,
escribiéndole a una persona vista una vez en un sueño, amada siempre.
Arañas virtuales, color bronce pulido, tejían las palabras.
armaba las aves después, y los poemas volaban sin rumbo,
volviéndose uno con todo, con todos.

Los foros se gastaban en especular a quien le escribía, con quién había soñado.
Una visión mística, decían los más religiosos,
el diablo, rezaban los amantes de lo oscuro.
Las más románticas votaban por un amor perdido.
La Poetisa no contestaba, no se preocupaba en saber quien podía ser aquel ser divino,
tan ocupada llorando lágrimas negras frente a un monitor como estaba.

Enfermó de esa cosa que no quiero ni nombrar,
del Némesis de los que viven del exceso.
Se ahogaba por las noches, se ajó, se secó,
la lloraron cuando aún estaba viva,
con ese espíritu tan rápido para el dolor que solemos tener.

Su respiración era el aleteo de una mariposa, una hoja seca cayendo en silencio.
“Ya sé, ya sé” dijo, agitando apenas el aire a su alrededor.
La prisa me atrapó, “¡Quién es! ¡Quién es!” le pregunté con morbosa curiosidad.
Ella sonreía, seguramente viendo a quien viera en esa visión de sueños de niña,
sin definiciones ni tabúes.
“¡Quién es!” le grité.
“Yo” dijo,
mientras el aire se acababa.

domingo, 25 de octubre de 2009

El Renacido (extracto)

Estoy yendo a ver a Crimsonlove. No puedo creer que la extrañe, aunque hace meses que no sé de ella. Más bien extraño su recuerdo, la mujer que fue para mí, la chica que llegué a amar, y no la que es ahora. También extraño su pelo rojo, sus profundas ojeras y sus manos chiquitas e inquietas. Pero no a ella, no a ella.
Eso pienso mientras el vehículo se desliza por el pavimento de una ciudad grisácea, envuelta en una tormenta de polvo. El ángel permanece sentado en el asiento del conductor, el auto manejándose solo.
-En realidad, aunque hubiera querido, Crimsonlove no hubiera podido quererme. Muchos hombres, yo incluido, amamos sus diferentes versiones, sus diferentes edades. Yo amé a la niña devenida en mujer, no a la mujer hecha y derecha que amó Juan Carlos. Él amo a Julieta, yo a Crimsonlove, la artista dentro de ella. Pude haber querido a Julieta, y ella pudo haberme amado. Pero estaba muy ocupada amando a Juan Carlos como para hacer nada más…-
-Hablar solo no es bueno, señoría- me dice Dreide, el ángel, el robot que colocan para que haga todas las tareas que pueden implicar un riesgo para mí.
-Estoy enterado Dreide. ¿Falta mucho?- le contesto.
-No señoría, diez minutos. Debo informar que La Compañía no ha aprobado esta visita y le recomienda volver a su domicilio.- me dice luego de un rato.
-Claro…Crimsonlove me hace mal…me deprime…me hace recordar que yo también envejezco y que no he querido a nadie. Soy un viejo solo y eso los obliga a cuidarme y drogarme. Drogas que no matan, sino que me dejan lo bastante idiota como para escaparme pero lo bastante cuerdo para que sigan ganando plata conmigo.-
-Lamento no entenderlo, señoría.- Me dice Dreide casi de inmediato.
-No hablaba con vos, Dreide. Yo no hablo con robots.- le digo en voz baja, mirando como el viento sacude los árboles.
Llegamos. Crimsonlove vive en un edificio de una altura inimaginable, encerrada en los últimos pisos. Hace años que no sale de allí, salvo cuando se conecta y recorre el cyber espacio. Pero en la realidad jamás deja la pajarera de cristal donde vivió con Juan Carlos durante cinco años. No le hace falta, no le da la cordura.
El ascensor sube a una velocidad vertiginosa, pero aún así demora. Me da tiempo para pensar. Julieta amó muchos hombres, pero Juan Carlos era otra cosa. Tuvieron una relación enfermiza y distante, como eran ellos mismos. Juan Carlos desapareció un día. En los pasillos de La Compañía se decía que La Familia tenía que ver con eso. Jamás indagué nada, lo odiaba y disfrute saber que quizás había muerto. Julieta acabó de enloquecer, dejó de pintar, sus manos dejaron de fabricar rostros de robot, partes tan únicas y bien hechas que parecían reales. Renunció. No volví a disfrutar mi trabajo después de eso. Pero la seguí viendo y debo confesar que hasta me excitaba verla enloquecer cada vez más, deteriorarse de a poco, casi como si se estuviera muriendo. Ahora se que ese placer morboso tenía que ver con el hecho de que nunca pude soportar que no me quisiera, y al verla morir sentía que algún día podría recuperar la libertad de querer a alguien de nuevo. Pero no murió, sólo se encerró a cal y canto en una montaña de cristal y acero azotada por el viento. El ascensor se detiene.
-Vos te quedás acá- le digo a Dreide.
-La Compañía recomienda que lo acompañe siempre.- me dice con su voz monocorde.
-Sí, pero no me pueden obligar todavía, te quedás acá.- Dreide no contesta nada, sólo me mira con sus ojos de luz verde y su rostro inexpresivo y sin facciones.
Los saludos de rigor son un griterío. Crimsonlove siempre me consideró una fuente de inspiración. Nunca me quiso, pero siempre necesito evocarme para poder pintar y esculpir los rostros que magistralmente fabricaba para los robots de La Compañía. Decidimos celebrar. Ella busca algún vino escondido en un estante. Yo saco dos disparos de elektra. Maravillosa droga cyber cerebral. Aparecerá en mis reportes médicos obligatorios dentro de unos días. Que se jodan, si les molesta que me aten a la oficina.
La realidad se deteriora y se mezcla con el elektra. No es ni la realidad vertiginosa y multicolor del cyber espacio ni la dura realidad e infinitamente compleja realidad de concreto, sino que es una mezcla. El aire se llena de luces de colores brillantes como si el spam invadiera esta realidad. Julieta y Crimsonlove se vuelven una. Tiene las manos inquietas y de dedos cortos de una y la sonrisa brillante de media luna de la otra. Grin like a Chessire cat, Julieta. Grin.
¿De qué pueden hablar dos personas, sumamente drogadas, que no tienen ya nada en común? Pueden contarse anécdotas del trabajo y recordar el pasado, sólo eso. Pero lo pueden hacer durante horas y sentirse felices pensando que aún hay algo que los une, que no están del todo separados.
El Elektra estimula los receptores del cerebro. Además es diurético. Me levanto y voy al baño, sin pedir permiso.
-No, pará.- me dice Julieta.
-Voy al baño- le anuncio.
-No, pará que está desordenado.- dice, casi asustada.
-No jodas- le contesto, y paso.
Prendo la luz. Una persona está en la oscuridad. Me asusto. El hombre me pide que me calme. Julieta enciende la luz, le dice que salga. Por un momento creo que reconozco a la persona. Él ríe, ella también.
-No quería que te enteraras así…-dice, casi con dolor. Los dos hombres reímos.
-Vení, pavo, vamos a tomar vino juntos. No sabía que Julieta tuviera un novio tan joven.-
El Elektra profundiza sus efectos durante horas, combinado con el alcohol. Charlamos de todo un poco. Interrogo al chico, al que casi no veo, sumergido en una niebla de color dorado como estoy. Crimsonlove está nerviosa, pero contenta. Se va al baño.
-Parece que se llevan bien, me alegro.- me dice Julieta, o Crimsonlove, o las dos.
Hago un silencio, levanto mi copa.
-No es Turing Completo. Está bien hecho, pero no es Turing Completo. No puede contestar mis preguntas más ambiguas.- le digo, mirando mi copa con afectación alcohólica.
-No entiendo.- miente Julieta. Nunca fue buena para mentir. Crimsonlove sí que era buena.
-Esta magníficamente bien hecho. El rostro y la piel son casi humanos. Tejido de colágeno y carbono, imagino. Lagrimas artificiales. Es increíble. ¿Quién hizo el robot? No es de La Compañía.- le digo, sabiendo que miente.
-Una empresa coreana que hace robots a pedido. Salió carísimo, pero es una obra de arte.- dice ella, con orgullo y culpa.
-Es una monstruosidad, Julieta. Una monstruosidad.- Le digo agitando la cabeza.
-¿Por qué? No molesto a nadie, él casi no sale. No hacemos mal.- Julieta tiene un brillo húmedo en los ojos. Siempre me gustó como se pone cuando está por llorar.
-Julieta. Tenés una copia de tu amante muerto en tu departamento. ¿Te parece que está bien?- Ella se larga a llorar.
-Lo amo. ¿De qué sirve saber hacer algo si no hay nadie que lo disfrute, nadie a quien mostrárselo? Ahora lo tengo de nuevo, ayudándome- Dice entre llantos
-¿Y los recuerdos? no los tiene, no es él.-
-No los necesita-me contesta secándose las lágrimas –le di nuevos recuerdos, es perfecto.-
-¿Él sabe?- le pregunto, levantándome.
-No, no sabe- me contesta Julieta, más calmada.
-¿Y qué crees que va a pasar cuando se entere? ¿Cómo le vas a decir que no es humano?-
Ella se larga de nuevo a llorar, en silencio. Juan Carlos, o su copia, aparece de nuevo.
-No sé que le habrás hecho. Pero quiero que te vayas.- me dice, serio, señalando la puerta. Me voy en silencio, sin mirar a ninguno de los dos.
La ciudad está a oscuras, Deidre espera dentro del auto. El viento aulla entre los edificios que danzan como paja sacudida por la brisa.
-No es tan malo, si uno lo piensa bien. No hacen daño, viven encerrados en un mundo ficticio. Ella es solo una loca que trata de vivir lo que nunca pudo ser…- me digo, ya en el auto.
-No lo entiendo, señor.- me dice Dreide.
-No te hablaba a vos. No hablo con robots.-Le digo

miércoles, 21 de octubre de 2009

El Calculador

Siempre que sigo mi rutina de tomar café y leer el diario, recuerdo al Calculador. La última vez que lo vi, apenas salía de la niñez y caminaba hacia una adolescencia quizás un poco más extraña aunque tan complicada como todas. Era frustrante pasar tiempo con él. Cada vez que abría una noticia, lo hacía deliberada lentitud para darle tiempo de decirme algo, esperando su sonrisa desdeñosa. “No puedo creer que sigas perdiendo el tiempo con eso”, solía decirme, terminando su café con leche. Lo que cuentan los diarios no es más que el diez porciento de lo que ocurre en realidad, y el análisis siempre está errado, por falta de datos. El Calculador sabía bien de lo que hablaba. Largos cables dorados salían de su cabeza y lo unían a una serie de máquinas laberínticas, monstruosas. Continuamente enviaban datos a su cabeza, que él ordenaba para que Cerebro pudiera entenderlos. En su opinión, el periodismo de análisis, los noticiarios, no eran más que entretenimientos, intentos de entender lo incomprensible. Los analistas simplificaban todo, olvidando que el mundo es más complejo de lo que parece. La baja en la economía podía tener que ver con el terrorismo, las tormentas solares y la baja en la confianza en los bancos. Pero también tenía que ver con el chico que había dejado de comer chocolates todos los días para empezar una dieta, el hombre recién divorciado y deprimido que llegaba tarde al trabajo y conmigo que perdía media hora leyendo diarios todos los días. Todo tenía que ver con todo, y el descubría los invisibles hilos que unían la telaraña de las infinitas realidades.
En esa época, no sabíamos como hacía para unir y procesar datos. Él tampoco sabía, simplemente lo hacía. Era como caminar o andar en bicicleta, cosas simples, pero increíblemente difíciles de explicar. Tampoco comprendíamos muy bien como usar sus dones. Al principio, volcábamos datos de forma convencional, como se los daríamos a cualquier oficinista, para que los procese. Pero no tardamos en descubrir que El Calculador no era precisamente un genio en matemáticas, sólo era bueno atando cabos. Volcar los datos ya procesados por Cerebro resultó peor. El Calculador enloquecía periódicamente, con su cerebro colapsado al intentar comprender la mente de una máquina que no ha sido hecha para que el hombre la entienda sino que existe para ella comprenda al hombre. Nunca se recuperó del todo de ese periodo, y cuando fui asignado a su caso, aún consumía sueños cyber diseñados para tratar su insomnio. Era extraño hablar con él. A veces, demostraba la curiosa candidez de un niño, incapaz de comprender cosas tan simples como el funcionamiento de una heladera o la importancia de su trabajo. Otras, nos tenía horas enteras revisando su cyber cerebro, asustados por alguna locura que había dicho.
Su sobrecapacidad de análisis chocaba con su incapacidad de entender. Tratábamos de no hacerle preguntas. No era extraño que una pregunta sumamente simple de contestar para nosotros lo llevara a un análisis demasiado profundo y desencadenara un torrente de frases y palabras casi sin sentido, para terminar en una explosión de llanto al sobrepasar su capacidad de análisis. Una vez, mientras monitoreábamos sus charlas en la red, descubrimos que varias personas creían que hablaban con una máquina virtual. En una investigación posterior, un colega demostró que a veces El Calculador no pasaba el test de Turing, sobretodo cuando gran parte de su mente estaba ocupada en la traducción de datos para que lo entendiéramos nosotros.
Poco antes de que me asignaran a otro sector de la investigación, El Calculador conoció a Foxglove. Si bien El Calculador es conciente de todas las presencias en la red en un momento dado, no puede saber quienes son, y sólo conoce gente a través de los foros. Ambos eran tecnópatas y congeniaron enseguida. El don común los enamoró en poco tiempo. Imagino que debe haber sido maravilloso para los dos encontrar a alguien que pudiera comprenderlos, que tuviera las mismas experiencias, pero para nosotros era un dolor de cabeza. El Calculador no podía tomar alcohol, ni consumir nada que pudiera dañar su mente única, pero el no entendía, y se entregaban a parrandas en bares virtuales en las que acaba delirando en un mar de drogas cyber diseñadas. Sus análisis terminaban hechos un desastre porque el cálculo se había procesado durante una terrible resaca. De sus encuentros con ella salía arañado y mordido, como si fueran dos gatos en celo. Al final, quisimos prohibirle verla, pero amenazó con falsear los datos de análisis.
Ahí nos dimos cuenta de nuestro error. Habíamos confiado toda la capacidad de análisis de nuestro sistema económico y político a una sola persona. No a una máquina, infalible, honesta, sino a un hombre, sentimental, caprichoso. Los resultados de sus procesos eran sólo comprensibles por Cerebro, imposibles de entender por humano alguno. El propio Cerebro no podía saber si los datos eran verdaderos o falsos, alcanzaba con que El Calculador mintiera en una cifra infinitesimal para que todos los resultados fueran peligrosamente erróneos.
Para esa época me retiraron del proyecto. Siempre me pregunté como habrán hecho los psiquiatras que lo trataron posteriormente para que no se diera cuenta del poder que tenía, para que no se tentara con él. Hay estadistas que consideran que El Calculador es un dictador, un ser único y casi onmisciente que puede modificar la realidad y forzar las decisiones de los líderes al mentir en las cifras de sus análisis. Hay quien dice que con el tiempo seremos más y más dependientes de él hasta que al final él elija los caminos a seguir, el destino de los hombres, fiel a cálculos insondables pero infalibles.
Yo no me preocupo por esas cosas, ya estoy viejo. Los jóvenes tendrán que lidiar con Calculador cada vez más distanciado de la realidad que siempre estudió desde afuera. Yo me limito a tomar mi café, leer el diario, y recordar como era él cuando era joven.

sábado, 17 de octubre de 2009

Los caníbales

Los argentinos somos un poco de todo. Somos un poco honestos, un poco chorros, un poco héroes y un poco caníbales. Somos un poco caníbales…
El equipo gana y todos felices. Los cuarenta millones de directores técnicos de la Selección Argentina resaltan los infinitos aciertos de un equipo destinado al panteón olímpico. El equipo pierde, y los directores técnicos se vuelven el público de un circo romano, desesperado por bajarle el dedo a quien puedan culpar. Porque alguien tiene que tener la culpa, tiene que ser uno solo, y además de preferencia tiene que ser el más grande. Porque es alternativo criticarlo, porque es Pro.
Y en el medio, los periodistas deportivos, los máximos caníbales. Los mismos que el lunes dicen que sos bueno, y el viernes piden tu cabeza, los hombres sin memoria a corto plazo. Porque ¿Para qué ser coherente con uno mismo? Lo importante es el rating. Es mejor opinar de la misma manera que la mayoría de los cuarenta millones de directores técnicos, sino cambiarán de canal, y eso es lo peor. Porque para que te vean hay que hacer todo, hay que conseguir chapa de trasgresor, de sabio, de lo que sea. Hay que buscar que un grande te de chapa, hay que buscarlo, buscarlo, buscarlo…hasta que te conteste, hasta que se harte. Y en la tergiversación de lo que dijo, tener el titular del día siguiente. Y en los insultos, la chapa de ser un hombre criticado por los grandes, que se anima a decir lo que nadie dice, aunque solo sean provocaciones de pirañas.
Pirañas que siguen el río. ¿O nadie se dio cuenta que los que más agreden, más buscan las respuestas más soeces son de América o de Canal 9? ¿No será que están molestos porque ya no tienen el monopolio de la televisación del fútbol? ¿No será que hay que oponerse al oficialismo, atacando a sus referentes como sea? ¿No será eso? No sé, yo me pregunto nomás, algún motivo para buscar las respuestas hay que tener. No lo pueden hacer de masoquistas, creo.
Y llega el momento en que, cansado de ser picado por los tábanos, que molestan pero no matan, harto de que las pirañas le mordisqueen los pies, el grande contesta. Y su voz repercute sobre todo en los criticados. En los caníbales, indignados por la acusación de su antropofagia. Los ingleses siempre se reían cuando buscaban caníbales en África: ninguno lo era, todos apuntaban al vecino, se sentían ofendidos por la acusación. Los nuestros también, los nuestros también. Piden castigos por lo insultos, sin tener en cuenta lo que ellos hicieron para provocarlos. Para qué hacer mea culpa, cuando es mejor criticar al otro. Ah, me olvidé de decirles que los argentinos también somos de no aceptar los que nos toca.
Y todos los caníbales en marcha, volando como cuervos, excitados con la sangre como tiburones. Todos graznando. Y su voz. Su voz clara, calma, profunda. Su voz que trata de explicar lo que pasa, que no pone más leña al fuego sino que trata de que entendamos. Su voz que explica no como se le explica a un nene, sino como se trata de calmar a un amigo enojado, comprendiendo pero no compartiendo la ofensa. Y ahí sale a la cancha Víctor Hugo Morales, diciéndonos “Entiendan, hay que aguantar lo que aguanta de ciertos payasos. Hay que vivir todos los días en el agravio, en el criticar por criticar. Hasta un monje estalla”. No con estas palabras, pero más o menos eso. Ahí esta él, la voz entre la tormenta, pidiendo que no nos comamos entre nosotros, que entendamos que pasa, y porqué. Y quienes son los insultados, y que hicieron para merecerlo.
¡Ah! Me olvidaba de decirles que Víctor Hugo es uruguayo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Día De La Mujer Mundial

Quien escribirá la historia de lo que pudo haber sido?,
yo que soñaba despierto ya no sueño dormido,
con quien estarás ahora?,
quien te va a dar de comer?,
en el día mundial de la mujer.

Voy a seguir hasta encontar una parrilla en Dolores,
no miraste bien en mis espejos retrovisores,
ahora que pusiste el freno espero que encuentres algo bueno que morder, que morder.

Eduardo subí la radio, yo enciendo un petardo,
cuanto falta para llegar a cualquier lugar?,
ojalá te sientas solamente un poco mal,
en el día de la mujer mundial,
en el día de la mujer mundial.

Quien está preparado para ser un chico abandonado?,
quien tiene el blanco del camino en el ojo marcado,
Edu falta mucho para parar y comer?,
es el día mundial de la mujer.

No entendí si vas a ser libre o esclava,
no entendí si fui tu dueño o un borracho que pasaba,
soy grande pero tengo algo que aprender,
es el día mundial de la mujer.

Elegí pena u olvido o sudor compartido,
oajlá no me arrepienta de haberme conocido,
lo importante es que nunca pude hacerte sentir mal,
feliz día de la mujer mundial,
el día de la mujer mundial.

(Que será de vos?No estás por acá desde hace un año, desde hace mucho...Seguro si aguzara el oído, podría escucharte respirar. Pero vos no eras capaz de escucharme ni cuando gritaba.) 

sábado, 10 de octubre de 2009

Inventario otra vez

Estamos de inventario de nuevo. Genial, ahora parece que tenemos que contar todas las cosas cada seis meses. La mezcla de parciales y volver del trabajo a las cinco de la mañana es terrible para mis horarios de sueño, estoy durmiendo menos de cuatro horas corridas…un desastre, un desastre.
Llega el día de contar en el local. Los días anteriores hemos contado los depósitos, las heladeras, las despensas. El local lo cuenta una empresa ahora, lo que no nos salva de tener que contar cosas nosotros mismos, y de tener que dejar el local en condiciones para abrir al día siguiente.
Son las cinco, y aún estamos frenteando todo el local, ordenando el caos que han dejado los que cuentan. Si nosotros, que teníamos que ordenar después, dejábamos un desastre; imagínense lo que dejaron aquellos que saben que tienen que contar e irse. El lugar es lisa y llanamente un asco, las esponjas están todas en el piso, hay detergentes rotos y volcados por todas partes y mientras menos hablemos de los paquetes de fideos rotos será mejor. Estoy molesto, estoy cansado, estoy fastidioso, estoy frenteando. Los jefes están más molestos que nosotros, faltan casi diez mil pesos de mercadería. Frenteo la góndola de los termos y me voy al baño.
Estoy cansado, hace una semana que duermo mal, mi concentración es un desastre. ¿Frenteaste los termos? Si, Cristian, ya están. ¿Estás seguro? Ya me fijo, Cristian. Acordate que estás a cargo, confiamos en vos. Voy a la góndola. Los termos están sin frentear. Me debo haber olvidado. Me pongo a frentear, acabo y me voy a controlar que los demás hagan lo que deben. Al ir a vigilar las mayonesas, paso por la góndola de los termos de nuevo. ¡¿Acaso me están jodiendo, culeado?! Los termos están sin frentear. Frenteo de nuevo. Esto empieza a ponerme nervioso, debo estar perdiendo la atención a los detalles. Debe ser eso. Los termos no pueden desfrentearse solos, no es que se mueven cuando quieren. No.
Te busca el gerente. Mierda, que querrá. Los mandos medios y yo estamos reunidos contemplando como el gerente sermonea a los encargados de la fiambrería por haber mentido en las cifras. Bajamos todos. ¿Y los termos? Culeado, te dije que los frentearas. Lo hice, Cristian, te juro. ¿Y cómo se desordenaron de nuevo, se movieron solos? Eso creo yo. Cristian sonríe, me ayuda a frentear los termos. Las luces se apagan. Vamonos al ocote de una vez. Vamonos.
Salimos. Y ahí está de nuevo. Desde el lunes pasado, medio oculto en la avenida sin luces, brillan los carteles de un taxi apostado en la esquina. Pareciera que espera que el semáforo se ponga en verde y le de paso. Pero siempre se queda ahí, quieto, agazapado. Venderá droga, dice uno de mis compañeros. Ya veo que nos acercamos y está con tremendo trava, se ríe Cristian. Nunca ninguno lo tomó, todos utilizan chistes para no acercarse. Pero en realidad todos creemos que es una trampa. Ladrones en un taxi robado, esperando a los borrachos y a los incautos. Condenados en un tumba negra y amarilla, prometiendo infiernos como destino. Sepa Dios que más. Todos paran un remis, o un taxi, pero nadie toma el que espera en la esquina. Me voy en el auto de mi jefe, que por suerte vive cerca de mi departamento. Nos subimos. Miro hacia atrás y el taxi no está. Tendrá pasajeros, le digo a Cristian. ¿A dónde iría? Abro bien los ojos, tétricos gracias a mis ojeras rojizas. Se llevará sus pasajeros al infierno. Le digo. Cristian me mira serio. Arranca el auto y nos vamos. Paramos en un semáforo y recién dice.
La verdad que no creo en nada de eso. Pero si mañana los termos no están frenteados, me cago todo.
Yo también, jefe, yo también.

martes, 6 de octubre de 2009

Dengue Porcino!!!!

En el verano…una nueva plaga azotará las playas y sierras de argentina…¡EL DENGUE PORCINO!
¡Dengue Porcino!! ¡Las más letal enfermedad que el calentamiento global y la deforestación hayan podido traer! ¡Dos pestes se unen para traer más paranoia que nunca! ¡Nada puede ayudarlo! ¡De nada sirve esconderse tras nubes de Off, bañarse en alcohol en gel o fumigar a los negritos! ¡No habrá Raid que alcance cuando los chanchos voladores vengan a picarlo! Paranoia y terror en su cine condicionado favorito.
¡DENGUE PORCINO! ¡LA PLAGA QUE USTED ESPERABA!

(Este anuncio refiere a un hecho fututo que puede o puede no ocurrir, por si acaso espere encerrado en su departamento temblando entre los anillos del terror. Dengue Porcino puede o puede no ser letal, se recomienda la eutanasia de los afectados. Pauta publicitaria no válida para Argentina ni para el Planeta Tierra, ni para la Luna o planetas adyacentes. Promoción válida hasta agotar stock de mil (1000) chanchos voladores, no válida de Lunes a Domingo ni en días nefastos. El mosquito no viene incluido. Enfermarse con moderación. La paranoia excesiva puede traer sentimientos xenófobos contra mejicanos y bolivianos, miedo a salir de la calle y la compra de repelentes de mosquito y/o alcohol en gel a cualquier precio. Ante estos síntomas, no entre en pánico y suicídese. Producto no recomendado para menores ni mayores de edad, ni para marcianos o coloradas. 2009, Dengue Porcino™ Bayer Producciones.)

martes, 29 de septiembre de 2009

El Muro de los Lamentos

Los lunes son días cansadores, por varios motivos. No conozco ser humano que ame el Lunes, todos lo odian mucho o muchísimo. El Domingo ha sido calmo, casi sin trabajo, nos pasamos las horas muertas, sin clientes en el súper, charlando entre nosotros, simulando trabajar para no molestar al gerente ni aburrirnos demasiado. Pero los Lunes son otra cosa: La mercadería que llega sólo cuando recuerdan enviarla, la que nos envían para preparar ofertas, lo que es necesario para reemplazar lo que se ha vendido durante el fin de semana…todo eso llega el Lunes. Y se acumula en caótico desorden por todo el depósito. Todo lo que no hacemos en la semana, lo hacemos el Lunes. Es un día de mierda, para resumir. Acomodo el azúcar en el depósito. Pesados paquetes de diez kilos, decenas de ellos. No es que me queje del peso, pero la cantidad pesa luego de un rato, y son muchos. “¿Te encargas de las lavandinas?” me pregunta un compañero. Ni en pedo, le contesto entre dientes. Hacelo vos, yo me voy al local, a arreglar los jabones en polvo.
La góndola del jabón en polvo es un desastre. Hace semanas que el producto no llega o llega en muy poca cantidad. Pero la gente sigue consumiendo, y no debe notar la escasez. Debe ver un supermercado rebosante de productos que esperan ser comprados en un frenesí de capitalismo. Así que hay que frentearlos.
Frentear es traer al frente del estante productos que han quedado en la parte de atrás. La gente compra sólo que ve delante de sus ojos, no explorará la góndola buscando una marca de jabón en polvo. Menos revisará un caos de bolsitas de plástico multicolor. Hay que ordenar, poner al frente la mercadería y dar la impresión de que la góndola está llena. Eso es frentear, es menos pesado que otras actividades, pero es largo, mecánico y pesado. Sobre todo un Lunes de mierda.
Arreglo el jabón en polvo más barato. Ese que en este barrio, en este súper, no compra ni el diablo. Pero que mi jefe, hombre traído de locales más pequeños y de barrios más pobres insiste en traer. Total no se vence pronto, ya alguien se lo llevará. Pero les aseguro que tiene la consistencia de la tiza y probablemente limpie tan bien como si lo fuera. Nadie nunca se lo lleva, y hace un pequeño paredón allí. Una pared de color verde brillante, de jabón en polvo duro y polvoriento que nadie nunca compra. Como sea, no tengo ganas de trabajar. Así que mejor acomodo este jabón en polvo intacto o tendré que acomodar lavandina. Saco una bolsa, la vuelvo a su sitio y la aprieto, como si sacara y pusiera ladrillos. Y repito la operación una y otra vez.
De repente, al sacar una bolsa, un papelito cae. Debe ser una lista de compra, una de tantas que la gente deja en cualquier lugar cuando pierden su utilidad. Mugrientos, pienso, no cuesta nada llevarla al tacho. Pero en lugar de guardarla en el bolsillo para luego tirarla, o simplemente dejarla en el suelo, la abro, para ver que tiene. No puedo explicar porque, pero siento que debo hacerlo. Y lo hago.
Dos nombres están escritos en el papel. Y luego un rezo pidiendo que esas almas puedan juntarse. Le letra redondeada y pulcra y la tinta rosada me dicen que son de una chica. La punta de otro papel se deja ver entre dos bolsas. Este dice “Talleres campeón 2009” un rezo común estos días. Empiezo a revolver las bolsas, imaginándolas ladrillos de una pared llena de grietas. En una de las hendiduras un papel ruega por la salud de un pariente enfermo, en otra un papel pequeño agradece un milagro concedido. Estoy por revolver toda la góndola cuando aparece Gustavo, mi jefe.
“¿Estás entretenido?” me pregunta con una sonrisa breve, que no enseña los dientes. Me pongo rojo y no contesto. “Dale, andá ayudar a Matías con la lavandina que el pobre zángano no da más.” Me dice. Me levanto en silencio, y me voy a ayudarlo.
¿Sabías que tenemos nuestra propia versión del Muro de los Lamentos? Le pregunto, mientras acomodamos un pallet de cajas de lavandina. ¿El Muro de qué? Me contesta. Sonrío. Nada, dejalo. No arruinemos la magia. No arruinemos la magia.
Un Lunes como cualquier otro en trabajo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Papá Doc

Ahhh, cuanto tiempo he dormido…o más bien ninguno… ¿Qué ha pasado? Esta todo negro Ah…si…he viajado a la tierra de los muertos y he vuelto. Siempre vuelvo, estaré perpetuamente aquí, dirigiendo y gobernando. Aterrorizando, porque este país sólo puede ser gobernado mediante una mezcla de terror y dominio. Respetuoso temor que sólo se asemeja al que uno siente por su padre, sumado a la perpetuidad de Dios. ¿Excelencia? ¿Se encuentra usted bien? Bien bien, no. Pero mejor que todos estos obres analfabetos a los que estoy tratando de malaria. Tengo el raro privilegio de ser alguien alfabetizado en un país lleno de personas que no saben leer. Analfabetos no: personas que no saben leer. Los blancos también son analfabetos. No comprenden los valores de la selva, el peso de la sangre y la influencia que de los antepasados. No sabremos leer, pero sabemos otras cosas, sabemos. Y debemos estar orgullosos de eso.
Haití es un país pobre, muy pobre. Tenemos hambre cuando la selva está llena de comida y nosotros estamos llenos de selva. Somos una nación de esclavos libertos, hombres tratados como bestias, privados de su libertad y arrastrados a una tierra desconocida para trabajar hasta la muerte. Pero no los liberamos de eso, los únicos esclavos del mundo que nos libramos de eso. Y combatimos, y trabajamos, y Haití existe y es la primera nación libre de América. Debemos estar orgullosos, somos los primeros, y aún así tenemos hambre y somos azotados por despostas. Lo lamento, compadre Magloire, en esta no lo acompaño. No creo que hayamos matado una élite de blancos con el solo propósito de servir a otra mulata. Francamente, prefiero marcharme al exilio antes que defenderlo a usted y sus aristócratas que no son otra cosa que esclavistas pero de un color un poco más tostado. El Sol arde sobre Haití. Trujillo brilla del otro lado, gritando los valores de su patria blanca y cristiana a los cuatro vientos. Yo me acerco a lo único autentico, lo único que no es africano ni es blanco y que es haitiano. El vudú es más que pinchar muñecos y degollar gallinas: es manipular los hilos de la vida, comprender el ciclo de vida y muerte. Corro riesgos, tengo hijos, me amnistían. Trujillo sigue por allí, pero no por mucho tiempo.
¿Excelencia? ¿Sí? ¿Qué pasa? Es Presidente, señor, lo felicito. Ya lo sabía, señor secretario, estaba previsto de antemano. Acá no pasa que no prevea el ejército, salvo yo que soy impredecible, imprescindible. A diferencia de todos los demás, yo no gobierno para la minoría mulata. Minoría que reclama mayores privilegios sólo porque tiene gotas de sangre blanca en sus venas. Menuda iría, haber creado la primera nación de América, habernos liberados del azote de los blancos solo para que los mulatos ahora digan que los blancos son ellos, sólo que están un poco quemados. El pueblo haitiano es otro, yo lo comprendo. Yo lo curé como médico, lo ayudé como ministro de salud y de trabajo. El pueblo haitiano es negro, pero no es africano. No es esclavo, pero tampoco es libre. No es cristiano pero tampoco animista o ateo. Es simplemente haitiano, y yo lo comprendo. Dios, no el ejército me eligió para gobernar. Dios, tampoco el pueblo, pues no entiende muy bien como es elegir. Pero yo Gobierno no para dios, sino para Haití. ¿Los mulatos? Qué se jodan los ricos, no hacen falta. No hace falta nadie, más que yo y la isla. Nadie.
Ante todo, hay que recordar que no sólo soy un Presidente: Soy un mago. Los gringos se ríen de esto en sus noticieros y sus cenas elegantes. Son unos estúpidos, que no comprenden su propia historia. ¿Qué hay de nuevo en Rey Sacerdote? ¿Acaso Julio César no era Rex et Sacerdos? ¿Acaso no buscaron siempre eso los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico? ¿Acaso no es eso la Reina de Inglaterra, cabeza de su propia iglesia? Pues eso soy yo, Presidente y cabeza del culto oficial. Gobierno desde todos los ámbitos, controlando todo con un ejército de sacerdotes policías. Mis Tonton Macoutes no tiene sueldo fijo. Como los niños espartanos, son obligados a pasar hambre, a robar y extorsionar para agudizar su ingenio. No quiero gordos burócratas mulatos en sedantes puestos estatales. Quiero un ejército de magos vudú, para poder ver a través de sus ojos.
¿Qué pasó? Tranquilice, Excelencia. Ha sufrido un derrame cerebral, no ha sido grave. Pero debe tener cuidado. Al carajo con el cuidado. Han querido matarme, eso es lo que pasa. Encima ustedes matasanos me han estado manoseando la cabeza, sepa el diablo que metieron ahí. Exilien a los que sobran, maten lo que queda. Haití no necesita médicos charlatanes ni conspiradores nocturnos. El canto del gallo anuncia el alba, y aterroriza a los conspiradores incluso más que los anteojos negros y las sonrisas zombis de los Macoutes. De paso, encierra a quien me reemplazó durante mi estadía en el hospital. No me cae bien ese Barbot, será el jefe de los Tonton Macoutes, pero sospecho que me ha querido reemplazar. Un período en la cárcel no le hará mal, una eternidad tampoco. Después de todo, la eternidad es nuestro negocio.
Los Tonton Macoutes no son magos…no…ya no…Son zombis. Gente muerta, resucitada por el gran mago que soy. Moldeados de entre la gente, sirven a un propósito, y ese propósito soy yo. Aterrorizan, matan, roban, todo para mantener el orden. Soy un padre para los casi cuatro millones de haitianos que viven aquí. Este país sólo se puede gobernar de este modo, paternalmente. Y al padre hay que tenerle amor y terror, para que la cosa funciones. Los gringos no entienden, me llana corrupto, asesino, cosas peores incluso. Somos negros, somos haitianos, ellos no entienden que quieren decir estas cosas.
La cosa se complica, Excelencia. Los americanos cortan la ayuda económica. Dicen que su gobierno es el más corrupto de la América Latina. ¡Gringos! ¡Son una cosa que hay que ver! ¡Cada cuatro años son totalmente distintos! Serpientes que cada cuatro años cambian de piel, y odian a quien amaban y aman a quien odiaban. ¡Hace cuatro años, era adorado, un adalid contra el comunismo! Ahora, su nuevo presidente se lleva bien con el comunismo, y odia a todos sus viejos amigos. El viejo Trujillo ya no grita desde su mitad de la isla. Lo han matado unos disidentes, apoyados por los americanos que lo pusieron allí y por la iglesia cuyos valores él defendió tan tenazmente. Y a mi me cortan la ayuda. Ah…pero no me van a sacar, conozco el ciclo mejor que ellos, y en él me monto.
Hago llamar a un referéndum. Soy nombrado Presidente Perpetuo con el 100% de los votos. Como Dessalines, gobernaré por la eternidad. Aunque a él lo nombró el ejercito y a mi el pueblo y su magia. Echo a la mierda a los curas blancos, que pervierten nuestro país con sus palabras gringas, y hago traer curitas negros, que comprenden la magia tanto como los milagros. Como Dessalines, construyo un país nuevo, del barro de una nación de esclavos. A la mierda con los mulatos ilustrados, que se vayan todos a Miami. Yo construyo una Haití de clase media, firme en sus raíces negras y en su vudú, en su comprensión de la vida y de la muerte. Bosch trata de invadirnos, Excelencia. Lo sé, lo sé. Pero el tonto presidente dominicano no logra apoyo de sus colaboradores. ¿Ve usted porque no tengo colaboradores? Prefiero zombis, que dejan que yo piense por ellos y no discuten payadas.
Haití es una nación de zombis, que hacen lo que les digo. Y yo quiero lo mejor para ellos. Gobernando por toda y desde la eternidad, con mi magia vudú. Está muy oscuro, muy frío… me han dicho que una vez me desenterraron y apalearon mi cadáver ritualmente. También me han dicho que han colocado un guardia que vigila mi tumba ahí fuera. Dicen que es para evitar más daños…Pero en realidad es por si acaso me levanto de entre los muertos…Tontos…no se dan cuenta que no necesito ser más huesos para gobernar de todos modos…

miércoles, 16 de septiembre de 2009

He vuelto!!!

En realidad, iba a cerrar el blog. La falta de inspiración (y de tiempo, últimamente) habían empezado a hacerse notar. Pero bueno, creo que postearé un tiempo más. Aunque sea para que me lean mi gato y el Demiurgo.
Nos vemos entonces!

sábado, 5 de septiembre de 2009

Noche

Tengo frío. El comienzo de la primavera siempre es igual: Tengo calor durante el día, a la noche tengo frío. La Luna debe estar alta, brillante como una perla. La recuerdo, fue una de las últimas cosas que vi. Yo, que ya no puedo recordar mi propio rostro de niña, la recuerdo. Ya veía como dentro de un túnel, envuelta tenuemente por la niebla multicolor que veo ahora. La Luna era una esfera helada, con un halo iridiscente. La miré durante horas, tratando de fijarla en mi memoria pues sabía que quizás nunca volviera a verla. No lo hice, la Luna sigue allí. Yo también, sólo que estoy ciega.
Levanto el vaso. El licor tiene un gusto amargo. Muevo la cabeza de un lado a otro, en un espasmo involuntario, no estoy acostumbrada a beber esto. Pero el olor me atrae, y el sueño que promete también. Dulce el sueño de los borrachos y de los ignorantes, no saben que nosotros, los que mandamos nos desvelamos por ellos... El humo del tabaco y del incienso inunda mi habitación. Yo estoy envuelta en una niebla amarilla, verde por momentos: Las llanuras de los muertos. Como a la distancia, oigo la voz de mi sierva, leyéndome una historia romántica. Una compañera, igual a mi en casta y abolengo, pero no en poder o en conocimiento escucha con atención, y suelta una carcajada en el momento oportuno. Compañía, licor, incienso, tabaco: una velada tranquila, acorde a los designios de la casta. Otro trago del líquido. Tiene un olor a madera y a vainilla, y en la boca pica y se siente amargo, para luego sentirse picante al final. Otro movimiento espasmódico, seguido de una risa de mi amiga. Basta de esto…me aburre la historia, digo. Mi compañía debe estar asintiendo con la cabeza. Tú, pon la caja de música, sigo señalando a mi sierva. La música suena metálica, artificial pero provoca un sonido de asombro. Soy una de las pocas personas en la ciudad con una caja de música, verdadera maravilla del arte níveo y símbolo de que hasta la voz puede ser domesticada.
Otro trago. Estoy envuelta en una niebla blanca, brillante, helada. Bruma similar a la de los pantanos salinos por la mañana, niebla que promete plagas y pestes. Siento humedad, frío. El olor a cobre y dulce de la sangre, mi boca esta llena del gusto picante del licor que me arde en la punta de la lengua.
Siento humedad en mi vientre, en mi entrepierna. Llevo mí instintivamente a la zona y la siento mojada. Toco el líquido, tibio, pegajoso y lo llevo a mi nariz. El olor a sangre es evidente. Estoy herida. Dentro de mi conciencia se que el Jaguar me ha desgarrado las entrañas. Sin embargo no hay pánico, siempre supe que esto sucedería. Estoy aturdida, la caja de música se ha ido y hay una selva a mí alrededor. Siempre supe que esto sucedería.
La domesticación tiene un problema terrible: el amansamiento. Los animales cimarrones tienen que vivir en un entorno peligroso, cruel, que los obliga al ingenio y a la brutalidad; que los obliga a sobrevivir. Pero los animales mansos viven en un entorno tan manso como ellos. Ahora, si arrojásemos un animal domesticado en un entorno salvaje, serían pocas sus chances de sobrevivir, porque está acostumbrado a que hagan todo por él, a que no tenga que pelear por nada. Y cuando tenga que hacerlo, no podrá aunque tenga las herramientas para ellos. Esto también aplica para los seres humanos. ¿No me creen? ¿Acaso creen que sobrevivirían en la Selva de las Mil Lianas así como son? Imagino que ustedes teóricamente saben los principios por los cuales se rigen las maquinas, los elemento que hacen más cómodo su vida cotidiana. Pero tantos años de delegar en otros las tareas han seguramente acabado con su capacidad de sobrevivir. No los imagino haciendo fuego, aunque todos saben que lo pueden hacer con dos maderos. Sin yesca, sin gas, sin lámparas, no podrían, aunque sepan como hacerlo. Y al morirían, como yo.
En mi caso debo agregar un problema: soy inservible. La vidente estatal, la sucesora del imperio es inservible. En un mundo salvaje, los seres inferiores deben morir. Nosotros al domesticar hemos cometido el error de priorizar cualidades aun en detrimento de las demás. Las vacas lecheras se mueren si no se las ordeña, destripadas al abrirse sus ubres. Pero a nosotros los domesticadores nunca nos importo, tan ocupados en tener más leche como estábamos. Yo soy ciega. Veo cosas que los demás no ven, pero en mis sueños. No podría valerme por mi misma en un mundo salvaje, siempre necesito de otro para hacer todo. El mundo sin amansar no dejaría que yo viviera, me devoraría el primer depredador oportunista que apareciese, si no me muero de frío o hambre antes.
Mi herida me duele, a la distancia un olor me indica que el jaguar espera a que me desangre para poder comerme. Ni siquiera gasta sus energías en mi, no vale la pena por tan mísero bocado. ¡No! ¡No dejaré que esta alimaña me coma tan fácilmente! ¡Al menos que se tome la molestia de matarme! ¡Ven aquí maldita bestia y mátame al menos, en lugar de esperar! ¡Al diablo! ¡Debo parar la sangre para que el jaguar venga y acabe! ¡Debo parar la sangre! ¡Debo parar la sangre! ¡Mierda, debo parar la sangre! ¡Excelencia, tranquilícese por favor! ¡Despierta, Ciega, despierta! Los chillidos me despiertan. ¡Aún tengo sangre! Es su luna, Excelencia, es sólo su luna…me susurra mi sierva, acariciándome la cara. Toco la parte baja de mi túnica y la siento mojada. No se preocupe, Excelencia, no pasa nada. Todos tenemos pesadillas. Me he orinado, Angélica, busca una túnica. Oigo a alguien levantarse de los almohadones haciendo un esfuerzo por no hacer ruido. Rápidamente me muevo y le tomo el tobillo, helado, huesudo. Mi amiga grita de miedo y de dolor cuando cae y golpea el piso. Intenta sostenerse con las manos, pero tiro de su pierna con la fuerza innatural de los locos y la atrapo. Siento el pulso agitado, la pequeña garganta, cuando la ahorco con mi mano derecha. Si dices algo de esto, si llego a saber que alguien se ha enterado, te juro que haré desmembrar, y sólo te morirás cuando acabes pidiéndolo a gritos. ¿Me entiendes? Mi amiga susurra un sí, la suelto. Huye llorando en silencio.
Mi sierva me cambia de ropa con cuidado, me envuelve en perfumes y talcos, me susurra algo despacio. La abrazo. Ella me acaricia el pelo. Si, me vuelves a tocar en público, te haré cortar las manos. ¿Queda claro?, la reto. Sí, Excelencia. Me queda claro.

martes, 1 de septiembre de 2009

Siesta

Las horas muertas de la siesta pasan, pesadas, lentas. Siempre es así: si hay calor, que hace calor, si hay sol, que es por sol, si el guiso estaba fuerte es por la digestión. Hay mucho silencio en el patio del palacio, en mis habitaciones en la Torre de la Perfecta Armonía. Silencio logrado por la mezcla de adecuados sonidos: el graznido de algún pájaro oculto tras el denso follaje de los árboles, un chasquido de los guardias que sudan bajo las placas metálicas de sus armaduras, el sonido de la respiración relajada de mi sierva. La maldita está durmiendo. Cualquiera la mataría por el atrevimiento de dormirse, peor yo la perdono. No necesito mis ojos ahora, ojos que ella lleva. Además, ella debe vigilar mi sueño, no mi vigilia. Sueño que es guardia, sueño que es acecho pero no descanso.
Tanteo la mesa buscando algún caramelo. El loro grazna, advirtiendo mi movimiento, mientras mis ojos navegan por una niebla de colores. No recuerdo el nombre de la mayoría de ellos. Ya no podría decir si ese color es negro o verde o rojo, no los recuerdo del todo. Cuando era niña me encantaba el verde…era tan vivo. La Ciega no recuerda los colores, jamás vio los colores, ni siquiera sabe que son.
¿Cuál era la voz de la niña? Trato de recordar, pero no hay caso. La imagen pública tiene una voz, ELLA tiene una voz. Graznido monocorde y melodioso, con un sonido infantil que resalta la crueldad de las palabras. Muevo el pie para adelante. Hey tú, despiértate. Ronquidos, una cabeza se acomoda. HEY TU, DESPIERTATE, HEY TU DESPIERTATE, HEY TU DESPIERTATE. La voz seca del loro inunda la habitación. ¡Excelencia! Un cuerpo cae al suelo, la frente debe estar tocando el suelo. ¡Perdone! ¡Me dormí! Estiro mi pie y le acaricio el pelo con la punta de mi sandalia. No pasa nada, enciende el fonógrafo. Escucho la cuerda comprimirse, el metal crujir. Finalmente una voz metálica sale del cilindro de cera. La cantante nívea tiene una voz de gorrión, suave y clara. Voz de cristal, voz ligera como plumas. ¿Será su voz? No…debe de ser la voz que usa en público. Voz que canta y dice frivolidades, voz usada para hablar sin decir nada.
Hace semanas que no hablo. Hace semanas que no digo una palabra. Es La Ciega la única que ha hablado durante semanas. Ella ha repetido formulas sagradas todas las mañanas, analizado sus delirios místicos por las noches. Ella ha hecho su guerra silenciosa y brutal con los otros miembros de la corte. Siempre usando mi voz, siempre usando mi voz.
¿Y con quién hablaría de todos modos? ¿Con quién usaría voz? Con los loros no. No me puedo fiar que callen aquéllos que repiten mecánicamente. Con María tampoco, no entendería lo que me ocurre. O peor, entendería. Con el clero, los Adoradores, no vale la pena. Están ocupados domesticando o parasitando el mundo, no escuchan a nadie. No he dicho una palabra, no porque no tengo nada que decir, sino porque no hay nadie que la escuche. No digo, porque todos estamos demasiado ocupados diciendo. Y La Ciega está demasiado ocupada parasitando mi voz para dejarme decir algo.
Apaga esa cosa, me duele la cabeza. ¿Está bien, Excelencia? Si sólo apaga eso y guarda silencio. El fonógrafo se calla, se muere la voz de gorrión metálico. El loro sale volando por la ventana. El calor sigue allí. La Ciega también.

lunes, 24 de agosto de 2009

El marciano (extracto)

Atardecía. En el cielo color ladrillo, un sol blancuzco y helado titilaba moribundo. El doctor Marrande se acercó a la pequeña casa, una burbuja de cristal azul al costado del mar seco. “El dueño está en casa” murmuró en voz alta, sonriendo. Esta vez quizás tuviera más suerte. La puerta era un círculo de vidrio que parecía jade blanco o un trozo de nube cristalizado. Golpeó la puerta con fuerza, esperando que el morador estuviera durmiendo.
El marciano abrió. Era alto y muy delgado. Sus brazos eran plata trenzada, su cuerpo una túnica rojiza como la llanura y de su cuello color cobre reposaba una máscara de cristal tallado. Lo saludó con una reverencia elegante y le dijo que le agradaba recibir su visita. Marrande entró, silencioso, a estancia. Unos pocos muebles decoraban la sala: un cubo color manteca a modo de mesa, esferas mullidas oficiando de sillas y raquíticas plantas plateadas que parecían rayos congelados dentro de macetas de bronce. En las paredes, en huecos a modo de estantes, centenares de libros de cristal y cristal se amontonaban en aparente desorden.
-¿Le sirvo algo, Doctor?- Preguntó el marciano, mientras con su mano raquítica señalaba una de las esferas.
-Gracias- contestó con una sonrisa forzada, mientras se sentaba, el Doctor Marrande. El marciano salió de la sala, dejando al hombre observar la habitación si ser molestado. Los libros se acumulaban en los huecos en la pared, como pájaros que dormían en nidos agujereados en un acantilado. Tomó uno de ellos, una tabla de cristal celeste tallada en caracteres que parecía braille mezclado con árabe.
-Un estudio de medicina. Afirma que la influencia de Deimos afecta las ondas mentales e induce a la locura en determinados días.- dijo el marciano, mientras entraba en la habitación llevando una bandeja de plata en sus manos. El doctor movió la cabeza, sin dejar de mirar la tabla.
-¿Hay muchas de estas no?- preguntó, mientras dejaba la tabla en el estante. El marciano dejó la bandeja en el cubo color manteca y tomó los sorbetes, dándole uno al doctor.
-De esos hay unos cuantos…esa civilización se caracterizó porque escribió muy poco y muy tarde…- le contestó mientras le entregaba el sorbete. El marciano se sentó, desparramándose en la esfera.
-Por supuesto que sabían escribir…pero, por algún motivo no creían que fuera algo…útil….En fin, recién cuando su civilización empezó a decaer, empezaron a escribir casi a apuradas, para poder transmitir su conocimiento a las otras generaciones.- continuó explicando el marciano, haciendo muchos movimientos con las manos y la cabeza. –Pero por favor- continuó, moviendo sus manos hacia el sorbete. –Coma mientras está frío.-
El doctor Marrande probó el sorbete, más por cortesía que por otra cosa. Como la mayoría de los terráqueos, no se acostumbraba a los extraños sabores de las frutas marcianas. Enormes iceberg flotaban a la deriva, desde la tierra, trayendo frutas y verduras para aquellos paladares que no encontraban gusto en aquellas plantas que lograban crecer en el desierto, llenas de espinas y partes venenosas.
Se hizo un silencio, mientras ambos se estudiaban. Marrande intentaba encontrar una forma educada de abordar el motivo de su conversación. Sonrió al recordar que el marciano podía leer la mente, así que seguramente ya sabía porque estaba él visitándolo. Por otro lado, no era muy difícil deducir el motivo, siempre venía por lo mismo.
-Creo que sabe porque vengo, caballero…-empezó a hablar Marrande. La máscara de cristal se movió arriba y abajo, en un gesto que había aprendido del doctor hacía no mucho.
-Sí, doctor. Usted quiere que le de algo.- dijo con voz queda el marciano.
-Exacto…- dijo Marrande y se produjo un silencio incómodo.
-Y yo, cada vez que usted viene, le digo que puedo dárselo…- continuó el marciano, levantándose y dejando el sorbete en la mesa.
-Pero usted siempre juega conmigo, señor. Parece disfrutar el tomarme el pelo- le contestó Marrande, mirando la esquelética espalda y la túnica carmesí.
El marciano tomó un libro, un fino tomo de metal dorado lleno de letras color azul. Se lo entregó a Marrande, quien lo observaba con detenimiento.
-Es un tratado de teología, de hace diez mil años. Analiza las probabilidades de que la civilización sea el resultado del sueño de uno de sus habitantes. Cada mañana despierta, y el mundo se acaba, pero cada noche vuelve a dormir y el mundo vuelve a la vida. El autor acaba por rechazar la idea por carecer de belleza.
-¿Carecer de belleza? Preguntó extrañado Marrande.
-Si, doctor. Esta civilización creía que las ideas tenían que ser, por sobre todas las cosas, bellas para ser verdaderas.- le contestó el marciano.
-Interesante- dijo Marrande al cabo de un momento. –Pero no es lo que busco.- le dijo devolviendo el libro.
-Quizás pueda encontrar alguno de filosofía que le interese…- empezó a decir el marciano.
-No, señor. Siempre hacemos lo mismo, le pido algo, y usted sale con esos libros inentendibles, que no sirven para gran cosa. Ya sabe que es lo que quiero.- dijo le cortó Marrande, visiblemente molesto. El marciano guardó silencio unos momentos, sorprendido por el tono grosero del terráqueo.
-No tengo lo que usted pide, doctor.- le contestó el marciano, cortante.
Marrande se puso de pie. – ¿Me va a decir que entre todos estos libros- dijo casi gritando, señalando los nichos en las paredes – no hay un solo libro que ofrezca los planes de una máquina, la receta de algún medicamento? ¿Todos son puro palabrerío?
El marciano miró los libros un instante. –Usted siempre pide lo mismo, doctor: Un libro que revolucione la sociedad terrestre. Algún texto sobre una vacuna nueva, una máquina que permita calcular mejor, viajar más cómodo, adelgazar más rápido, lo que sea.- le dijo casi en un murmullo.
-¡Exacto! ¡No puede decirme que no hay nada de eso!- le contesto gritando Marrande.
-Y yo le digo que no hay- le contestó en tono calmo el marciano. –No hay de esos. Tengo libros que pueden cambiar su cultura. en serio los tengo. Hay una multitud de libros de filosofía de una secta que desapareció hace mil años, y que son tan complicados que no puedo explicarle del todo lo que dicen. Tengo tratados de arte que podrían hacer las delicias de sus pintores. Pero no tengo libros de medicina porque a nosotros jamás se nos ocurrió que debíamos curar las enfermedades. Sino que casi todas nuestras civilizaciones dejaron que ellas se desarrollaran y mataran a quien debieran. ¿Para qué detenerlas? ¿Es que hay alguien que sea tan irremplazable que deba ser curado? ¿Es que las enfermedades no merecen vivir también?- El marciano sonaba irritado, Marrande estaba a punto de estallar.
-Usted lo que quiere es un descubrimiento tan grande que le deje en los libros de historia. Pero no tiene la capacidad de descubrirlo por usted mismo.- siguió hablando el marciano, enojado – por eso, necesita que esté en uno de estos libros. Por eso viene todas las semanas, a ver si me he ablandado y le ofrezco algo que sirva para volverlo famoso. Por eso se contiene ahora las ganas de estrangularme: porque sino le traduzco yo el texto, no podrá entenderlo y su “descubrimiento” se le irá para siempre.- Marrande se sentó ruidosamente, conteniendo sus deseos de golpearlo.
-Por eso me ofrece dinero y me halaga y me escucha, quiere ser famoso. Quiere que lo admitan en el gran mundo, como usted dice. Y necesita que yo le de ese libro maravilloso que contenga un descubrimiento increíble y lo traduzca para usted.-
Marrande pateó el sorbete que había dejado en el piso, volcando su contenido rojizo en el piso. El marciano se quedó viendo la mancha como si fuera sangre. Se dirigió a la biblioteca y tomó otro libro. Estaba hecho en una especie de gel traslucido, y en el primer vistazo Marrande pensó que era una bolsa rectangular de agua. Cuando el marciano tocó el libro, este se llenó de formas de verde brillante que se movían continuamente.
-Esto es un libro que tiene todos los libros. La civilización que construyó esta casa hace dos mil años tenía centenares de estos. El libro combina los símbolos hasta que se forma algo, casi siempre incoherente. Pero de vez en cuando sale algo, algo que puede ser tanto verdad como mentira. Fue la causa de la ruina de esa civilización. Una vez, en uno de estos libros apareció una verdad tan inmensa, que esa civilización simplemente se extinguió por alcanzar un nivel de conocimiento vedado a las criaturas vivas.- Se lo alargó a Marrande. El libro era más bien una tabla de un gel blando, fría al tacto, llena de símbolos que bailaban brillantes en la sustancia.
-Llévelo doctor, quizás en algún momento descubra en ella lo que busca.- le dijo el marciano, mientras abría la puerta. –Y ahora, váyase, por favor. Estoy muy nervioso y muy cansado.-
Marrande se fue en silencio, con la tabla bajo el brazo. La noche estaba helada y las lunas marcianas brillaban como enormes estrellas, llenando la llanura rocosa con una luz lechosa, sepulcral. Llegó al poblado humano en la otra orilla del mar muerto, una masa de luz, casas de madera y plástico pintadas de rosa y música electrónica. Pensó en arrojar la tabla por el canal, pensando que era inútil, incluso peligrosa. Pero no lo hizo, pensando en la verdad que quizás pudiera contener. Esa noche no durmió, combinando símbolos en la tabla, escuchando el viento levantar el polvo en el mar muerto hacía mil años.


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Now playing: Moby - Raining Again (Steve Angello's Vocal Mix)
via FoxyTunes

domingo, 16 de agosto de 2009

Uroboros

La procesión avanza, silenciosa, misteriosa, mística, como toda marcha fúnebre. Sigo al novio, principal deudo desde una distancia corta, pero respetuosamente distante a la vez. Los cronistas vemos siempre desde lejos, en un vano intento de no participar en la escena. Pero sabemos que eso es imposible. Todo observador modifica la escena que mira, porque participa en ella. Todo cronista es a la vez participe de la historia que cuenta, que salva para la posteridad. No hay forma de ser objetivo. Sólo Dios puede serlo, mirando todo desde los cielos, percibiendo lo imperceptible, sin que se le escape nada.
Los sonajeros de las Reverendas Madres suenan como lluvias cálidas, repitiéndose una y otra vez al son de las lúgubres canciones y el tintineo de los collares de semillas. El sonido tapa los llantos, las lamentaciones de los vivos, hace escuchar a los muertos. La muerta yace en la cima de una torre de madera, como dormida, pálida, ojerosa, ajada. En la base, medio oculto por el humo del tabaco danza el novio, el principal deudo, con movimientos rítmicos, mecánicos, cansinos. El lenguaraz me explica que estamos en presencia del final de una historia de amor trágico. Los padres de la chica eran nobles, y se opusieron al matrimonio. Sólo aceptaron a regañadientes cuando ella les dijo que estaba embarazada y que tenía que encontrar rápidamente un marido para el niño. Estallaron de furia y de pena cuando se descubrió que la niña había muerto virgen.
Me permiten acercarme un poco a la torre. La muerta yace un poco menos pálida, menos demacrada. Las manchitas rojas que delatan que murió de peste desaparecen por momentos, para aparecer de nuevo como si fueran una estrella que titila. Las Reverendas Madres siguen bailando, el deudo se mueve con sus movimientos espasmódicos, la muerta está menos pálida, más sonrosada.
El deudo se ennegrece de repente, mientras baila. Se llena de manchas rojas. Cae de rodillas al sonido de lluvia de los sonajeros. La bruma de tabaco se lo traga, se vuelve polvo de a poco, arrastrado por el viento.
La muerta se levanta y se baja de la torre, al sonido de los aplausos. El chamán aparece como por arte de magia desde adentro de la niebla y la abraza. Las Reverendas Madres le colocan collares de flores en el cuello, como dándole la bienvenida a la vida. Estamos viendo el final de una historia de amor trágico, me dice el lenguaraz de nuevo.
Me voy, intentando comprender una cultura que sobrevive aunque mata a un hombre para salvar a una mujer. Intentando comprender una cultura donde dejan que un hombre se sacrifique por su amada. Quizás una cultura que se sobrevive precisamente porque el amor renace y mata. Más bien, una cultura que sobrevive porque el amor, la vida y la muerte no son más que un rito.