Estoy yendo a ver a Crimsonlove. No puedo creer que la extrañe, aunque hace meses que no sé de ella. Más bien extraño su recuerdo, la mujer que fue para mí, la chica que llegué a amar, y no la que es ahora. También extraño su pelo rojo, sus profundas ojeras y sus manos chiquitas e inquietas. Pero no a ella, no a ella.
Eso pienso mientras el vehículo se desliza por el pavimento de una ciudad grisácea, envuelta en una tormenta de polvo. El ángel permanece sentado en el asiento del conductor, el auto manejándose solo.
-En realidad, aunque hubiera querido, Crimsonlove no hubiera podido quererme. Muchos hombres, yo incluido, amamos sus diferentes versiones, sus diferentes edades. Yo amé a la niña devenida en mujer, no a la mujer hecha y derecha que amó Juan Carlos. Él amo a Julieta, yo a Crimsonlove, la artista dentro de ella. Pude haber querido a Julieta, y ella pudo haberme amado. Pero estaba muy ocupada amando a Juan Carlos como para hacer nada más…-
-Hablar solo no es bueno, señoría- me dice Dreide, el ángel, el robot que colocan para que haga todas las tareas que pueden implicar un riesgo para mí.
-Estoy enterado Dreide. ¿Falta mucho?- le contesto.
-No señoría, diez minutos. Debo informar que La Compañía no ha aprobado esta visita y le recomienda volver a su domicilio.- me dice luego de un rato.
-Claro…Crimsonlove me hace mal…me deprime…me hace recordar que yo también envejezco y que no he querido a nadie. Soy un viejo solo y eso los obliga a cuidarme y drogarme. Drogas que no matan, sino que me dejan lo bastante idiota como para escaparme pero lo bastante cuerdo para que sigan ganando plata conmigo.-
-Lamento no entenderlo, señoría.- Me dice Dreide casi de inmediato.
-No hablaba con vos, Dreide. Yo no hablo con robots.- le digo en voz baja, mirando como el viento sacude los árboles.
Llegamos. Crimsonlove vive en un edificio de una altura inimaginable, encerrada en los últimos pisos. Hace años que no sale de allí, salvo cuando se conecta y recorre el cyber espacio. Pero en la realidad jamás deja la pajarera de cristal donde vivió con Juan Carlos durante cinco años. No le hace falta, no le da la cordura.
El ascensor sube a una velocidad vertiginosa, pero aún así demora. Me da tiempo para pensar. Julieta amó muchos hombres, pero Juan Carlos era otra cosa. Tuvieron una relación enfermiza y distante, como eran ellos mismos. Juan Carlos desapareció un día. En los pasillos de La Compañía se decía que La Familia tenía que ver con eso. Jamás indagué nada, lo odiaba y disfrute saber que quizás había muerto. Julieta acabó de enloquecer, dejó de pintar, sus manos dejaron de fabricar rostros de robot, partes tan únicas y bien hechas que parecían reales. Renunció. No volví a disfrutar mi trabajo después de eso. Pero la seguí viendo y debo confesar que hasta me excitaba verla enloquecer cada vez más, deteriorarse de a poco, casi como si se estuviera muriendo. Ahora se que ese placer morboso tenía que ver con el hecho de que nunca pude soportar que no me quisiera, y al verla morir sentía que algún día podría recuperar la libertad de querer a alguien de nuevo. Pero no murió, sólo se encerró a cal y canto en una montaña de cristal y acero azotada por el viento. El ascensor se detiene.
-Vos te quedás acá- le digo a Dreide.
-La Compañía recomienda que lo acompañe siempre.- me dice con su voz monocorde.
-Sí, pero no me pueden obligar todavía, te quedás acá.- Dreide no contesta nada, sólo me mira con sus ojos de luz verde y su rostro inexpresivo y sin facciones.
Los saludos de rigor son un griterío. Crimsonlove siempre me consideró una fuente de inspiración. Nunca me quiso, pero siempre necesito evocarme para poder pintar y esculpir los rostros que magistralmente fabricaba para los robots de La Compañía. Decidimos celebrar. Ella busca algún vino escondido en un estante. Yo saco dos disparos de elektra. Maravillosa droga cyber cerebral. Aparecerá en mis reportes médicos obligatorios dentro de unos días. Que se jodan, si les molesta que me aten a la oficina.
La realidad se deteriora y se mezcla con el elektra. No es ni la realidad vertiginosa y multicolor del cyber espacio ni la dura realidad e infinitamente compleja realidad de concreto, sino que es una mezcla. El aire se llena de luces de colores brillantes como si el spam invadiera esta realidad. Julieta y Crimsonlove se vuelven una. Tiene las manos inquietas y de dedos cortos de una y la sonrisa brillante de media luna de la otra. Grin like a Chessire cat, Julieta. Grin.
¿De qué pueden hablar dos personas, sumamente drogadas, que no tienen ya nada en común? Pueden contarse anécdotas del trabajo y recordar el pasado, sólo eso. Pero lo pueden hacer durante horas y sentirse felices pensando que aún hay algo que los une, que no están del todo separados.
El Elektra estimula los receptores del cerebro. Además es diurético. Me levanto y voy al baño, sin pedir permiso.
-No, pará.- me dice Julieta.
-Voy al baño- le anuncio.
-No, pará que está desordenado.- dice, casi asustada.
-No jodas- le contesto, y paso.
Prendo la luz. Una persona está en la oscuridad. Me asusto. El hombre me pide que me calme. Julieta enciende la luz, le dice que salga. Por un momento creo que reconozco a la persona. Él ríe, ella también.
-No quería que te enteraras así…-dice, casi con dolor. Los dos hombres reímos.
-Vení, pavo, vamos a tomar vino juntos. No sabía que Julieta tuviera un novio tan joven.-
El Elektra profundiza sus efectos durante horas, combinado con el alcohol. Charlamos de todo un poco. Interrogo al chico, al que casi no veo, sumergido en una niebla de color dorado como estoy. Crimsonlove está nerviosa, pero contenta. Se va al baño.
-Parece que se llevan bien, me alegro.- me dice Julieta, o Crimsonlove, o las dos.
Hago un silencio, levanto mi copa.
-No es Turing Completo. Está bien hecho, pero no es Turing Completo. No puede contestar mis preguntas más ambiguas.- le digo, mirando mi copa con afectación alcohólica.
-No entiendo.- miente Julieta. Nunca fue buena para mentir. Crimsonlove sí que era buena.
-Esta magníficamente bien hecho. El rostro y la piel son casi humanos. Tejido de colágeno y carbono, imagino. Lagrimas artificiales. Es increíble. ¿Quién hizo el robot? No es de La Compañía.- le digo, sabiendo que miente.
-Una empresa coreana que hace robots a pedido. Salió carísimo, pero es una obra de arte.- dice ella, con orgullo y culpa.
-Es una monstruosidad, Julieta. Una monstruosidad.- Le digo agitando la cabeza.
-¿Por qué? No molesto a nadie, él casi no sale. No hacemos mal.- Julieta tiene un brillo húmedo en los ojos. Siempre me gustó como se pone cuando está por llorar.
-Julieta. Tenés una copia de tu amante muerto en tu departamento. ¿Te parece que está bien?- Ella se larga a llorar.
-Lo amo. ¿De qué sirve saber hacer algo si no hay nadie que lo disfrute, nadie a quien mostrárselo? Ahora lo tengo de nuevo, ayudándome- Dice entre llantos
-¿Y los recuerdos? no los tiene, no es él.-
-No los necesita-me contesta secándose las lágrimas –le di nuevos recuerdos, es perfecto.-
-¿Él sabe?- le pregunto, levantándome.
-No, no sabe- me contesta Julieta, más calmada.
-¿Y qué crees que va a pasar cuando se entere? ¿Cómo le vas a decir que no es humano?-
Ella se larga de nuevo a llorar, en silencio. Juan Carlos, o su copia, aparece de nuevo.
-No sé que le habrás hecho. Pero quiero que te vayas.- me dice, serio, señalando la puerta. Me voy en silencio, sin mirar a ninguno de los dos.
La ciudad está a oscuras, Deidre espera dentro del auto. El viento aulla entre los edificios que danzan como paja sacudida por la brisa.
-No es tan malo, si uno lo piensa bien. No hacen daño, viven encerrados en un mundo ficticio. Ella es solo una loca que trata de vivir lo que nunca pudo ser…- me digo, ya en el auto.
-No lo entiendo, señor.- me dice Dreide.
-No te hablaba a vos. No hablo con robots.-Le digo