A los pocos días, el cuadro lo fue decepcionando cada vez. Aquél cuadro que sus admiradores y los críticos admiraban y elogiaban estaba lleno de pequeñas imperfecciones, que podían pasar inadvertidas para algunos. Pero para él, que las había cometido, brillaban como pintadas con una pintura fosforescente. El cuadro le repugnaba, por sus errores, que en el fondo eran los suyos propios. Dejó que su agente se encargara de venderlo, de sacarlo del taller. Para él, ya no existía, era como una amante vieja. Una mujer que el pasado le causaba un placer indescriptible y que ahora era una carga insoportable.
Siempre pasaba lo mismo. Dedicaba meses enteros a una sola pieza, primero observando en su mente la maravillosa escena que esta recreaba, estudiando la luz, la sombra, los infinitos matices que tenían los colores en las cosas. Luego recién pintaba, movido por una pasión febril, aunque contenida a fuerza de años de disciplina de pintor. Cuando el cuadro estaba terminado, lo abandonaba, avergonzando del engendro que sus manos habían creado. Los colores nunca eran los correctos. A veces eran demasiado pálidos, blanqueados por el exceso de aceite en la mezcla de la pintura, o demasiado oscuros como para estar siendo iluminados por la luna. Los personajes eran demasiado inexpresivos, o expresaban demasiado en el rostro. Parecían demasiado jóvenes o les sobraban arrugas.
Los críticos lo admiraban, los ricos Traficantes pagaban elevadas sumas de dinero para que pintara sus retratos. Él seguía pintando con esa pasión obsesiva propia del que busca algo determinado y está seguro de no alcanzarlo. No sabía bien que era, pero lo buscaría, hasta que muriera
Una tarde, mientras compraba pigmentos en el mercado de especias se dio cuenta de qué era lo que buscaba: buscaba pintar las cosas, en el sentido más estricto de la palabra. No quería pintar lo que el veía, lo que parecían las cosas para él. No quería pintar la belleza que él veía, ni iluminar como el creía que el sol iluminaba por las tardes los canales del mercado de especias. Quería pintar las cosas como eran en realidad, quería contener la realidad en un cuadro. Esa realidad que nos está vedado ver a los mortales, que no podemos sino percibir lo que es evidente para nuestros pobres ojos. Quería ver la verdad, y plasmarla en un cuadro. Esa revelación lo trastornó profundamente. Nunca podría cumplir su meta, su sueño. Nunca vería las cosas como son en verdad, y aunque pudiera, jamás encontraría la destreza, la maestría para hacerlo. Aún si tuviera esa divina capacidad de pintar la propia realidad, las tinturas y pigmentos conocidos no lograrían los infinitos matices que tienen los colores verdaderos. Sus flores nunca serían flores de verdad, siempre serían pálidos reflejos, demasiado perfectas o demasiado horrendas para ser reales.
Tomó la daga de obsidiana que llevaba siempre en su costado, y se fue al baño. El agua caliente lo reconfortó un instante que pareció eterno. Apenas sintió dolor en sus brazos cuando los cortó, tan absorto como estaba viendo lo bella que se veía la sangre mientras brotaba de los cortes y contrastaba con su piel cetrina y como teñía lentamente el agua. Pensaba que no hubiera podido captar esa escena de forma clara: el agua nunca habría podido ser pintada con perfección, ni la nube roja que se extendía.
Lo encontramos en la bañera, con las muñecas abiertas, al día siguiente. Sonreía, con los ojos muy abiertos. Imagino que antes de morir pudo ver la realidad verdadera, con sus ojos que ya no se encandilaban con la luz ni perdían detalles por las sombras. Me pregunto si acaso yo, antes de morir podré verla también, y lo que deben haber sentido los grandes pintores, los grandes poetas, al comprender lo alejadas de la realidad que estaban sus obras.
----------------
Now playing: Within Temptation - 03 Jillian (I'd Give My Heart)
via FoxyTunes
3 delirios:
esa! escribiste el cuento! me encanta que de una idea de la nada te salga algo así, aunque solo te haya tomado 20 minutos. Viste, yo no podría haber escrito esto, lo hubiese hecho mas cursi (soy mujer)
y lo que escribí era un fragmento de una canción xD
Te quiero, amigo poco cariñoso.
La verdad, muy bien escrito. En serio, me encantó. Y no sólo me gustó que esté bien redactado, o el argumento, bastante original (aunque me parece que tiene cierta similitud con el libro "El perfume, historia de un asesino", aunque no logro precisar en dónde); sino que me llegó. Muy bueno.
el perfume?? no lo lei, ahora me dieron ganas...xD me estas siguiendo!! ya son dos!! *muere de la emocion*
Publicar un comentario